VII

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La clase de Biología había comenzado y Thomas estaba nervioso. No dejaba de tronarse los dedos, exasperado, tanto que Jared, su compañero de clase sentado tras de él, le decía cada tres segundos que por favor hiciera menos "barullo". Descomunal y patético, pero era la opinión de Jared.

Habían pasado dos semanas desde que decidieron poner el plan en marcha, pero hasta el momento no se habían obtenido resultados eficientes. Y es que en realidad no hubo momento alguno para efectuar el plan. Hasta podría decirse que Thomas estaba por rendirse, pero Dylan era incapaz de permitirlo.

Jacob apareció frente a él y descolgó el asa de su mochila. Su infausta mirada exploraba cada parte del rostro de Thomas mientras esbozaba una sonrisa inocua.

Luego de lo sucedido en Halloween, las cosas para Jacob habían tomado un rumbo deplorable. Y es que los vestigios de aquella noche persiguieron al menudo muchacho en cuanto pisó la escuela un lunes por la mañana. Algun granuja había filtrado en Internet la infame situación por la que tuvo que atravesar. Pero el verdadero desastre desastre comenzó con su casillero repleto de insultos escritos con aerosol, seguido de burlas en el recreo, con comentarios homofóbos que no guardaban relación con el asunto en cuestión. En sí, Jacob estaba siendo víctima de bullying y Thomas era testigo de ello desde una perspectiva súper adyacente, ya que Kaya optó por ocupar el puesto de "niñera" (como muchos la llamaban) al seguir a Jacob de un lado a otro con instinto protector. Y es que al castaño no le quedaban amigos con los cuales compartir su tiempo. Pero ahora ya no estaba solo. Kaya arrastró a sus dos nuevas amigas, Shelley y Holland, y por consiguiente a Thomas, al naciente círculo de amigos que acogía a Jacob. Las tres muchachas estaban muy cómodas, sin embargo Thomas no se acostumbraba al radical cambio entre la mínima soledad y lo que podría ser la socialización.

Thomas creyó que Jacob estaría molesto con Kaya al mencionar su nombre en la hora del recreo, cuando sugirió que sea él quien dé "el tiro de oro" con un rollo de papel a una casa en especial, cuando en realidad el tiro le salió por la culata ya que todo terminó convirtiéndose en una confabulación. Pero se equivocó. Jacob era de las personas que tienen un corazón inmenso, en donde no había espacio para el rencor. Thomas llevaba conociéndolo tan solo una semana y sentía una inmensa empatía con el castaño. Era inevitable. Y por otro lado, Kaya tampoco tenía la culpa. La culpa era de las escasas neuronas de los bullies, cuya autoestima está tan baja que se encargan de hacer sentir mal a las personas para poder sentirse bien consigo mismos.

Sin embargo, en aquel instante se lamentó tanto de la respuesta que le daría al castaño de mirada decaída estacionado delante suyo.

— Lo siento mucho, Jacob, pero... —dijo Thomas exhalando una bocanada de aire, afligido — pero ésta vez tampoco puedes sentarte aquí.

Jacob hizo una mueca y miró la punta de sus pies. Thomas no quería ni imaginar en que estaría pensando el castaño, porque sabía que aquello lo haría sentir peor.

— No importa, lo entiendo —respondió Jacob. No entendía, por supuesto que no.

A Thomas ganas no le faltaban por contarle la razón por la cual no podía sentarse junto a él, pero la vergüenza y el hecho de no ser del tipo que le gusta contar su vida personal a los cuatro vientos lo retenían.

— ¡Jacob, ven, te guardé sitio a mi lado! ¡Otra vez!

Dylan quitó su mochila del asiento contiguo a él. Sentarse casi al fondo de la clase era, para Thomas, detestable, pero para Dylan era lo más increíble de la vida ya que podía pasar desapercibido debido a que los "cerebritos" que solían sentarse adelante eran más altos y lo obstruían de la vista de los maestros. Así podía ensimismarse en el arte del dibujo. ¡Pero sí atendía a clases! ¡No siempre, pero lo hacía!

Reflections © | DylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora