VIII

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— Thomas, tu hora ha llegado.

Kaya se colgó del brazo de su amigo, descansando su cabeza en el hombro de éste, sin esfumar la gran sonrisa que de su rostro se apoderó.

— Creo que lo voy a arruinar —repuso pasándose una mano por el cabello. Estaba feliz pero a la vez asustado de que ésa oportunidad le haya sido en vano. No tenía experiencia alguna y no sabía como ganarla en menos de un día para su "cita" de estudios con Isabella.

Dylan rió apretando los labios. Es la primera vez que el castaño regresaba a casa junto a Kaya y Thomas, y es porque tenía algo muy importante en mente.

— Así vestido, cualquiera —dijo Dylan, mirando de reojo al rubio, quien miraba sus pies al caminar.

— No sé por qué aún sigues aquí si ya conseguiste que tuviera una cita con ella —dijo Thomas alzando una ceja, huraño. Ni siquiera le había agradecido a Dylan por la ayuda que le brindó, pero éste último no se había percatado —. Tu trabajo aquí terminó.

Kaya lo fulminó con la mirada y Thomas trató de dibujar una sonrisa en sus labios a modo de disculpas, pero el palpable el sarcasmo en ella.

— No es una cita, así que no, aún no he acabado aquí —dijo guiñándole un ojo con una media sonrisa.

Thomas creyó por un momento que el castaño tenía alguna especie de tic ya que era la segunda vez en todo el día en el que Dylan hacía aquel gesto. Le disgustaba, y mucho.

— Al menos no siguieron ese estúpido plan del sábado —interrumpió Kaya mirando a Dylan en busca de una convalidación, pero él seguía mirando a Thomas, ligeramente abstraído.

Cuando Kaya se enteró de todo lo que Dylan y su mejor amigo se traían, no paró de reírse todo el día. Sobre todo de la idiotez que Dylan le había propuesto hacer, que consistía en cantarle una canción súper mona cuando ella estaba en el entrenamiento de las animadoras en la hora de deportes, ya que lo había visto en una de sus películas favoritas y había funcionado a la perfección. Lo peor de todo era que la idea resultó formal, y Thomas se negaba ha ejecutarla, pero el trato que los dos consolidaron decía que la cabeza de la operación sería Dylan, y Thomas simplemente el títere.

Gracias al cielo, Kaya se ofreció a colaborar en todo ese rollo y el lunes por la mañana convenció a Dylan de la terrible idea que se le había ocurrido.

— Cierto —asintió Thomas, devolviendo la mirada al muchacho a la derecha de Kaya —. Eres pésimo en esto, O'Brien, no entiendo como te comprometiste, sinceramente.

Dylan se rascó la nuca. No era cierto, ¡él era estupendo al conseguir citas!

— Eso es mentira —dijo Dylan, con falsa indignación. Justo en ese segundo, el claxón de un automóvil hizo eco en el ambiente.

— Vamos, has salido con varias chicas pero nunca haz mantenido una relación con alguna —argumentó Thomas entornando los ojos —. Esa es una gran prueba de ello.

Kaya bajó la mirada en silencio. Se sentía excluida rotundamente de la conversación así que no quería intervenir a favor de ninguno de los dos.

Aquellas palabras causaron que ciertos recuerdos regresaran como un flashback a la mente de Dylan. Unos recuerdos de no hace mucho tiempo atrás lo perseguían como una sombra. Trataba de no pensar en ello, sin embargo le era difícil con la tensión que de repente se creó al rededor suyo.

— Lo dice quien lleva enamorado de la misma chica durante años y nunca se atrevió a hablarle —refutó mirando a Kaya, buscando que esta riera y el asunto quedara sanjado. Pero no sucedió.

Reflections © | DylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora