Hogar, dulce hogar ¿no?

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Había pasado mucho tiempo desde que Elena Gilbert había podido contemplar un amanecer debido a la falta de sueño. Con todos los problemas que Silas trajo a su familia y amigos, la chica práticamente había dejado la actividad de dormir como una cosa sin importancia. Ahora que aquel brujo ya no existía, podía estar tranquila. O al menos eso creía hasta anoche, cuando soñó con una sombra que la arrastraba a la oscuridad y se robaba la luz de todo lo que ella amaba. Se había despertado llorando, Caroline Forbes y Bonnie Bennett no parecieron verse interrumpidas de su sueño. Elena no quiso despertarlas, así que lo mejor que pudo hacer fue salir a caminar por el campus de la universidad.

Unas pocas personas hacía ejercicios por ahí, algunos solo estaban sentados leyendo, esperando el amanecer de un nuevo día. Ella lo único que podía hacer era esperar a que su peor enemigo saliera a posarse en el cielo sobre las  cabezas de todos los humanos. Dando la luz que ella debería temer, pero la verdad, es que a pesar de ser un vampiro ella amaba el sol. Le dad cierta tranquilidad que a veces la luna no podía. 

El cielo empezaba teñirse de un amarillo suave en el horizonte. Lo único en lo que podía pensar en aquel momento de soledad era en su familia, en Damon y lo lejos que estaba de su hogar...y de sí misma. Se sentía distante consigo misma, si eso tiene algun sentido para alguien, ella debería estar en otro lugar, haciendo algo diferente. Debería estar disfrutando a su familia, ya que nunca había pensado en cuán valiosos eran los momentos con ellos. Debería saberlo, pues ya los únicos que quedaba de los Gilbert que quedaban eran ella y su hermano, Jeremy. 

Detuvo su caminata y miró el horizonte, pensó en cómo sería sí ella volviera a casa. Cómo la recibirían sus seres queridos o más bien... Damon. No había dejado de pensar en aquel vampiro pretencioso, aquel idiota, egoísta que le había robado el corazón. Con su extraña sonrisa torcida y sus ojos penetrantes, tan azules. Al pensar en él, la sonrisa no pudo evitar azomarse a sus labios. 

Ella quería volver a casa, pero ahora tenía una vida en la universidad, tenía que hacer algo con su eternidad. Algo productivo. Por el momento, era algo prematuro pensar en el futuro incluso antes de que saliera el sol.

Siguió caminando.

Unas horas y dos bolsas de sangre más tarde, las amigas universitarias disfrutaban de un tiempo de relajación en su habitación.

–No he recibido ni una sola llamada en todo el día –se quejó Elena– ¿debería preocuparme?

—Todos crecen alguna vez, Elena —dijo Caroline, pensando en Jeremy.

—Creo que ella habla de un vampiro —Bonnie miro a la rubia—, no de un cazador de vampiros.

La boca de Caroline se convirtió en una "O"

—Siento algo...

Bonie y Caroline dijeron "Oh No" al unísono, Elena puso los ojos en blanco.

—Hablo en serio, debe haber pasado algo. No desconfío de mís instintos desde lo de Stefan.

—¿Y sientes que debes regresar?—preguntó Bonnie.

Elena asintió y todas guardaron silencio un momento. Caroline comenzó a  hablar.

—Mañana tenemos libre así que...

Ese mismo día, más tarde, Damon había estado pensando, la cabeza le martilleaba y Stefan le había dicho que se calmara, luegos pelearon, rompieron algunas cosas y Jeremy no fue a estudiar.

—Por seguridad, nada más —había dicho Damon.

Karen se había ido en la madrugada, dijo que hablaría con los Serafines para que los hermanos Salvatore pudieran tener una audiencia con la Sociedad. Había estado impaciente desde que la mujer se fue.

The Vampire Diaries: Luna de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora