Bruno

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Julio y Joshua intentaban abrir, por todos los medios, la puerta de chapa que cubría el pequeño depósito. No había forma de que la puerta cediera.

Bruno, hasta ese día, jamás fue de creer las habladurías pueblerinas sobre cosas sobrenaturales. No obstante, al ver tantos intentos inútiles, no pudo evitar pensar si la puerta tendría alguna especie de hechizo para que no pudieran ingresar. O para que nadie pudiera salir.

Se concentró en la plantación. Quizá la pista estuviera allí, entre el incontable número de mazorcas que se divisaban. Parecían no tener fin.

Sin siquiera pensarlo, tomó una entre sus manos.

Los granos estaban amarillos. A punto exacto para que fueran cosechados.

¿Por qué seguían allí entonces?

Arrancó una mazorca, que se desprendió con un pequeño sonido de la planta de la que pendía.

Entonces la puerta, a su espalda, hizo un sonido similar a una pequeña explosión, provocando que todos lanzaran un gemido de asombro.

- ¡Oh, por Dios! - gimió Melissa, sobresaltada.

Bruno quedó boquiabierto ante lo que presenciaba.

Un espantapájaros salió del interior deldepósito y, con una velocidad sorprendente, venía directamente hacia él.     

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora