Melissa

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Aguardó pacientemente a que las dos chicas con las que compartiría el cuarto, a las cuales ella conocía pero jamás habían oído hablar la una de la otra, se presentaran formalmente. Luego, mientras Luna elegía la cama de arriba a la de Valeria, Melissa consideró que era el momento oportuno de quitarse la duda que la invadía.

- De acuerdo, alguna va a tener que explicarme qué quiso decir el simio retrasado con eso de cosas sobrenaturales - dijo, finalmente. - Porque vine aquí a tener un trabajo de adultos, no a cazar fantasmas, demonios o cosas raras. Si este lugar está embrujado, me voy de aquí.

- Dijo que todo el pueblo está embrujado - le recordó Luna.

- Es verdad - afirmó Melissa. - Me iré del pueblo.

Valeria le lanzó una mirada que Melissa, en los años de amistad que tenía con ella, sabía que significaba.

- Viviste treinta años en Bahía Ausente y nunca viviste nada paranormal - le explicó. - No te dejes llevar por los delirios de Edgar. Quiere crear un misticismo para los niños. Sabe que a los chicos les gustan los cuentos de terror.

- Bueno, pero que se la cuente a los chicos, no a nosotros - resolvió Melissa.

Su celular la interrumpió. Una llamada entrante de Jaime.

- Oh, Dios, mi novio - comentó. - Creo que prefiero los fantasmas.

Se incorporó de la cama personal que había elegido antes que las dos muchachas y, tomando su móvil, salió del cuarto de madera.

Detrás de los cuartos empezaba el bosque, así que decidió que era un buen momento para tener una conversación privada allí. Aunque debía reconocer que de noche, ni loca se atrevería a caminar por esos lados.

- Acabo de hablar con tu padre - le dijo Jaime, antes de que ella pudiera siquiera saludar. - ¿Qué es eso de que estás en un campamento de verano?

- Bueno... - dijo Melissa. - Significa eso.

- Pero, ¿qué clase de locura es esa? - preguntó Jaime. - ¿Cómo pudiste irte sin siquiera contármelo?

- Perdón, señor 'Amo los debates y las conversaciones personales', pero nunca era buen momento para decírtelo - se lamentó Melissa. - Y de repente, fue el día en que me tuve que presentar a trabajar y, aquí me ves. Bueno, no puedes verme, pero entiendes la idea.

- No me explico cómo pudiste irte y abandonar tu casa - gruñó Jaime.

- ¿He dejado hijos sin alimentar? - preguntó Melissa. - No, porque no tenemos. ¿He abandonado un trabajo? No, porque no querías que trabaje. ¿He dejado mi anillo de casada en la mesa de noche? No, porque nunca me propusiste casamiento.

- Pero me has dejado a mí - dijo Jaime, ignorando todo lo que le había recriminado anteriormente. - Vengo para almorzar y no hay nada.

- Tendrás que aprender a hacer tu comida o morir de inanición, Jaime - afirmó Melissa. - Lo que suceda primero me es indiferente.

Lo único que le faltaba era escuchar que Jaime la llamaba para preguntarle qué iba a comer durante su ausencia. Cortó la llamada, envuelta en un ataque de cólera.

No podía permitirse perder la cordura en su primer día de trabajo, así que cerró los ojos e intentó hacer los ejercicios de respiración que le había aconsejado el libro de autoayuda que le regalaron.

Cuando los volvió a abrir, no pudo evitar lanzar un grito.

Frente a ella había una mujer que parecía ser de origen africano. Tenía la ropa sucia y llena de agujeros. El cabello enmarañado y sucio. Al mover su boca, Melissa descubrió que la mujer casi no tenía dientes.

- Este lugar está maldito - dijo, en perfecto español. - Todos los que vienen aquí están malditos.

- Señora... - dijo, intentando mantener la cordura. - ¿Se encuentra bien?

Le dijo señora pero debía de tener casi su misma edad. Era de baja estatura, más parecida a un duende que a un ser humano.

- Alguien intenta que los demonios se escapen - seguía diciendo. - Alguien quiere que los seres de otro planeta vuelvan a la vida. Ustedes están malditos.

Melissa estaba presa del pánico.

¿Cómo iba a defender a unos niños de los vagabundos si se quedaba paralizada ante una mujer que deliraba?

- Escucha, ¿por qué no vienes conmigo y te conseguiremos ayuda? - le ofreció Melissa.

- Ustedes son los que necesitan ayuda - se burló ella.

Luego, lanzó una carcajada que a Melissa le congeló la sangre y, saltando como si fuera un animal salvaje, se metió entre los árboles del bosque. 

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora