Melissa

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- ¿Qué se supone que diremos en cuanto lleguemos? - preguntó Melissa a los tres muchachos que la acompañaban. - "Hola, ¿por las dudas uno de sus espantapájaros no cobró vida últimamente? Porque creemos que puede tener a nuestro amigo".

Sólo Joshua se rió de su comentario. Julio y Bruno parecían más preocupados en descubrir qué pie iba después del siguiente.

La casa que estaba detrás del maizal estaba descuidada. Una extraña arquitectura para lo que era Bahía Ausente, con sus fachadas imponentes y victorianas.

- Creo que no hay nadie - dijo Bruno, tras llamar a la puerta y esperar unos segundos.

- Por un lado, es una suerte - dijo Melissa, sintiendo un inmenso alivio. - Algo dentro de mí creía que aquí viviría una familia de caníbales que nos matarían a todos.

- Hace tiempo que no vienen por aquí - dijo Julio, analizando la entrada de la vivienda.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó Joshua.

- No hay huellas de neumáticos - respondió el joven. - La última lluvia fue hace una semana. Tendría que haber huellas, pero no las hay.

Melissa todavía recordaba la tormenta que se desató unos días atrás. La tomó tan desprevenida que volvió completamente empapada a casa y maldiciendo a los cielos por no haber aprendido a conducir.

- Es cierto - confirmó Joshua, como si no creyera en la capacidad de Julio para detectar unas simples huellas en la tierra. - ¿Cómo sabes esto?

- Soy cazador - contestó Julio. - Me dedico a seguir huellas.

- ¿Cazador de animales o de personas? - preguntó Melissa.

Julio la miró sin comprender el comentario, pero a ella le parecía sumamente válido dada las circunstancias. Si bien se salvaron de la familia de caníbales, no significaba que en cualquier momento uno de ellos podría resultar ser un desquiciado que acabara con sus vidas. Quería volver al campamento.

- Puede que no hayan vuelto hace una semana o puede que nadie haya salido de la casa durante todo este tiempo - afirmó Bruno, volviendo a intentar encontrar un signo de vida en el interior.

La posibilidad de que una familia estuviera muerta dentro de la casa resultó incluso más perturbadora. Melissa sintió sinceros deseos de gritar.

- Hay familias que tienen campos pero que viven dentro del pueblo - afirmó Melissa, intentando volver a aplicar la lógica al grupo.

- Lo más probable es que visiten sus cosechas una vez por mes - asintió Joshua.

- No tendrían de qué preocuparse, si es que hay un espantapájaros que asesina a los intrusos - comentó ella, sin poder evitarlo.

- Hay un depósito hacia allá - señaló Julio. - Si realmente a Max lo tienen secuestrado, es el lugar indicado para dejarlo.

- Eso, asumiendo que aún continúe con vida - argumentó la muchacha.

Los muchachos le lanzaban tantas miradas lapidarias que ya se estaba volviendo invulnerable.

- Bien, vamos a ver - dijo Joshua.

Era un mal plan y Melissa estaba convencida de que no saldrían con vida de aquella investigación.

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora