Aquel cuerpo delicado y hermoso, reposaba sobre la montaña de cojines que había en una esquina de la estancia, era tan hermosa y al analizarla no sabrías que en aquel pequeño cuerpo cabría tanto coraje y orgullo impropio de una dama. Era testaruda hasta la médula, era fuerte y peleonera pues contaba con el valor de desafiarme, jamás había conocido mujer igual y claramente no habría mujer que la igualará. Al verla tan indefensa y tranquila no pude evitar recordar la primera vez que la vi, era una chiquilla de trece años y yo ya contaba con dieciséis. Tan tierna y tan frágil...|•|•|•|•
—Gilgamesh ya tenemos que regresar —la voz de Enkidu me detuvo de seguir explorando.
—Amigo, eres un aguafiestas —le reclame, pero sabía que tenía razón, ya habíamos estado todo el día afuera, era la hora de cenar y nuestros estómagos ya necesitaban alimento —pero esta bien, regresemos.
Ambos montamos nuestros caballos y regresamos a toda prisa hacía el Palacio, el sol se estaba ocultando y dejaba verse el manto negro con estrellas, el viento se empezó a tornar frío y golpeaba con fuerza nuestra piel, al llegar a la entrada ya había dos guardias esperando por nosotros, bajamos de los caballos y ellos se encargaron de llevarlos a los establos.
—Disculpa amigo, no creo poder acompañarte a cenar —Enkidu sonaba algo incómodo y sabía el porque, a mi padre no le gustaba la amistad que llevaba con él.
—Tranquilo, yo también pensaba en irme a cenar a mi habitación —odiaba a mi padre desde el fondo de mi ser y mientras menos tiempo pasará con él, era mucho mejor.
—Iré a avisar que nos lleven la cena a las habitaciones —mi amigo se despidió de mí con una sonrisa y se fue rumbo a otro camino.
Entre a mi habitación, empujando dos puertas de madera y manijas enormes de oro, un silencio me rodeó enviándome a la soledad, me desvestí por completo y sin pudor alguno, dejando tirada la ropa y sandalias por donde cayeran, abrí otra puerta igual de enorme y entre a una sala donde se encontraba una alberca enorme, en cada esquina poseía un León de oro que por su boca salía agua tibia o fría, dependiendo de que hora era del día, me sumergí y de inmediato mis músculos se relajaron y el dolor en mi espalda disminuyó, respire profundo y cerré mis ojos tranquilizándome... Así paso un rato hasta que un ruido de un estruendo hizo que abriera mis ojos de golpe, por el sonido era una sirvienta que había tirado algunas cosas, me levante con desgano y a mi paso el agua se esparcía, entre a mi cuarto esperando ver a una mujer recogiendo la estupidez que había hecho, pero no fue así.
Enkidu sujetaba con fuerza el brazo de una niña rubia, su pequeño rostro estaba rojo con algunas lágrimas y apretaba sus ojos con fuerza tratando de no llorar, ella jalo su brazo tratando de liberarse, pero él la jalo más fuerte.
—Acaso no sabes diferenciar —el rostro de Enkidu era de molestia, él no era malo pero aveces se salía algo de control.
—¿Qué esta pasando aquí? —alce mi voz con autoridad y ambos me voltearon a ver, Enkidu alzó una ceja y me miro de arriba hacía abajo y la pequeña niña abrió los ojos sorprendida y su cara se volvió totalmente roja.
—Mi príncipe —agachó su rostro avergonzada —iré por ropa limpia para usted si lo deseá —se inclinó y escondió su rostro, mas sin embargo su brazo aún seguía retenido por la mano de mi amigo.
No me di cuenta, hasta después de lo que dijo aquella niña que aún seguía desnudo, me acerque hacia mi cama y jale una bata roja para tapar mi desnudez, observe a mi amigo y en su rostro tenía una sonrisa burlona.
—Ahora si díganme que pasó aquí —me pare enfrente de ellos dos —Enkidu suéltala, no va a hacer nada —él la soltó de mala manera y mi vista viajó a la niña —¿quien eres?
—Mi nombre es Arturia Pendragon y es que me mandaron con la cena para usted mi Príncipe y cuando estaba dejando la charola, el Señor Enkidu se enojo conmigo porque parecé que no era la cena de usted —la verdad casi no había prestado atención a la situación puesto que su dulce voz había captado toda mi atención.
—Lo que te dio eran cosas de las cuales eres alérgico y tenían un aroma particular, probablemente envenenadas —se estaba volviendo a enojar y es que Enkidu podría ser buena persona, aunque sólo fuera conmigo y cuando se trataba de mi bienestar solía exagerar las cosas.
—Basta Enkidu —lo llame calmadamente —¿quien te dio la comida? —ella me miro directamente y por primera vez vi unos ojos tan diferentes y hermosos, era como si hubieran metido en sus pupilas al verde de las Esmeraldas y el azul del cielo.
—Cuando me mandaron a llamar para traer su cena, un hombre ya tenía listas las bandejas de Su Majestad y del señor Enkidu —volvió a agachar su rostro —lo siento pero no sé quien es —sus manos se juntaron en su regazo nerviosamente —es mi primer día trabajando y no conozco a todos los del servicio.
—No le vas a creer ¿verdad? —la voz de mi amigo fue con desprecio e irritación.
—Enkidu ves a revisar tus alimentos y tú —señale a la niña rubia que dio un respingo por el miedo —vendrás conmigo. Ve Enkidu, me buscas en la cocina en unos momentos —él me miro no muy convencido y después miro a la chiquilla con asco y salió de ahí.
Di media vuelta y me metí a otro cuarto donde tenía las túnicas que ocupaba en un día donde no haría nada importante, me deshice de la bata y me coloque la túnica blanca que cruzaba por mi pecho y terminaba arriba de mis rodillas, me puse mi brazalete de oro y unas sandalias de cuero café, al salir observe a la niña ver todo a su alrededor, mientras recogía la comida y la vajilla. Me miro y se levantó de un salto agachado su pequeña cabeza en símbolo de respeto.
—Escuchame Arturia —estaba dispuesto a decir un mandato nuevo —yo soy tu rey y como fiel súbdito que eres, te entregó mi confianza, contaras conmigo para lo que quieras, tu podrás igualmente confiar en mí si así lo deseas —me acerque a ella y puse mi mano en su cabello rubio —ya no llores, no te pasará nada, ahora vamos.
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Desde ese día nuestros lazos habían crecido, ella nunca me mentía, podía ver su sinceridad en aquellos ojos tan hipnotizantes que ella poseía, nuestra amistad eran tan fuerte como la amistad que tenía con Enkidu, llevadera y sin restricciones, pero lo que había empezado con una simple amistad, se había transformado en algo más de mi parte ¿y es qué como no amar a esa doncella testaruda?
Sabía que ella no sentía lo mismo que yo, era más que obvio, pues había aceptado casarse con un desconocido, lo había preferido a él en vez de a mí.
Acerque mi mano con delicadeza hacia su rostro, tan fino y delicado como una muñeca, la acaricie con suavidad y ella empezó a moverse mas no aparte mi mano de ella, abrió esos maravillosos ojos y me miro con ternura, su mano subió hasta donde se encontraba la mía, acarició el dorso de esta, pegando por completo mi mano a su mejilla. Sus ojos acumularon lágrimas que luchaba por retener, por no perder la dignidad con la que contaba, pero ya no pudo más, se lanzó entre mis brazos, escondiendo su cara entre mi pecho y su frágil cuerpo entre mis brazos. La encerré en mi cuerpo con un abrazo fuerte sin lastimarla, no lloro desconsolada, pero podía sentir sus silenciosas lágrimas emanar de sus ojos.
¿Por qué sufría de ese modo? ¿Qué lamentaba tanto? ¿Acaso ella no quería casarse? ¿O acaso era otra cosa la que la aquejaba?
—¿Qué te sucedé pequeña Arturia? —no era muy bueno con los sentimientos, pero si alguien había osado lastimar a esta mujer, todo el mundo sufriría.
—No quiero...
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Hasta aquí este capítulo, si quieren saber que más pasará denle Estrellita Mágica y déjenme sus comentarios hermosos.
¿Qué piensan sobre la diferencia de edad entre Gilgamesh y Arturia?
¿Qué será lo que le dirá Arturia?Descubran eso y más en el próximo capítulo. Los amo mucho, les mando besos y abrazos.
Atte: LauraUchiha25 ❤
P.D. Eh entrado a un concurso de Naruto, si quieren pasar y apoyarme se los agradeceré muchísimo, el libro se llama Momentos Inolvidables y lo encuentran en mi perfil.
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Di Que, 'Me Perteneces' (Saber/Arturia&Gilgamesh +18)
FanficDi que eres mía, di que me pertenecé cada fibra de tu ser, dime que tu cuerpo solo será para deleite mío, tu alma ya esta corrompida por mí, tu cuerpo ya a sido profonado por el mio incontables veces... Y aún así, no puedes decir que me perteneces...