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La noche caía sobre las hermosas tierras de Babilonia, cerniendo a la ciudad en la oscuridad, en aquel clima friolento que contrarrestaba al calor del desierto. El día se había pasado rapido pero de igual manera pesado, tal vez porque había dormido hasta medio día y ni siquiera había tenido oportunidad de a completar mis labores diarias. Pesado porque desde que atravesé la cocina las preguntas cayeron sobre mí como flechas, mientras que intentaba esquivarlas lo mejor que podía. Cuando el manto se lleno de estrellas y el frío ya era azotador, supe que ya era la hora.

—Vamos Arturia, ya todas se fueron —me habló Medea mientras su tono de voz era travieso —ahora si dime donde estuviste toda la noche y la mañana, no quiero excusas.

Me miro con tanta intensidad, sentía que rebuscaba en mi interior para encontrar la verdad, una verdad que no quería contar a nadie, no porque sintiera que Medea iba a contarlo a todo el mundo, si no porque era un secreto entre el rey y yo, eso era lo que lo hacía especial. Su mirada estaba clavada en mí, no me daría escapatoria.

—Lo siento Medea, no puedo decírtelo —tome las charolas de la mesa —pero estoy segura que estas en lo correcto con lo que te imaginas que sucedió —y entonces le sonreí, ella se quedó pasmada y un color rosado se colocó en sus mejillas. Y sin decir más, salí de la cocina.

Volví a hacer el recorrido hacia los aposentos del señor Enkidu, esta vez con bandejas de comidas para él y Gilgamesh. La puerta estaba abierta por completo, solo me puse en la orilla de esta y me anuncie por cortesía. Pase al cuarto antes de saber su respuesta. Coloque ambas bandejas en la mesa cuadrada donde ya estaban sentados los hombres, bebiendo vino y comiendo fruta fresca. Pero extrañamente callados, casi ni se dirigían la mirada, lo más probable es que estuvieran molestos. Me incline y me despedí, dando media vuelta para irme, nadie dijo algo más hacia ami.

Al salir del cuarto ya llevaba unos metros caminando, cuando una fuerte mano me tomó de la mía, me di la media vuelta asustada y en ese momento mis ojos se perdieron en la intensidad de su rojo.

—¿Te ibas sin despedirte de tu rey? —me pregunto haciéndose el ofendido.

—Lo siento, pero el ambiente en esa habitación no era la más adecuada —dije sincera —¿esta todo bien? —pregunte mirándolo directo a los ojos.

—Claro que todo está bien, peleas de hermanos nunca faltan —me dedicó una pequeña sonrisa. Y aunque no estaba convencida, solo asentí a sus palabras.

Me tomó del mentón con ternura, la otra mano fue a parar a mi cintura donde la acarició con suavidad, produciendo en mí cuerpo pequeñas corrientes de electricidad. Amaba sentirlas, amaba sentir su toque. Se inclinó hacia ami, nuestros labios se rozaron, pero no nos besamos, sentimos nuestro aliento mezclarse, pero no fundirse. Cerré mis ojos y me perdí en sus brazos, en lo caliente de su boca y la suavidad de sus besos. Su saliva era tibia, su lengua juguetona y lo disfrutaba. Pues este beso era el de despedida, se suponé que fuera largo y hermoso.

Nos separamos por aire y volví a conectar mis ojos con los de él, puse mis manos en su pecho para detenerlo, se estaba haciendo tarde, no me podía quedar a su lado esta noche.

—Ya me tengo que ir —declare con algo de tristeza que no pude ocultar en mi voz.

—Ten cuidado en el camino —su voz se detuvo, veía la indecisión en su mirada por continuar hablando y tal vez confesar algo —adiós Arturia —y me dio un corto beso, para darse media vuelta e irse.

Me quedé algo aturdida, pero no quise poner más atención a eso, tenía que prepararme mentalmente para lo próximo que venía. Salí del Castillo por una puerta que daba hacia los establos, el aire golpeo mi piel expuesta y un olor fuerte llegó a mi nariz, pase de largo y salí a la parte de atrás. Una silueta alta se remarcaba en las sombras, sabía de sobra de quien era, jale aire y tome valor, me acerque a él temerosa.

Di Que, 'Me Perteneces' (Saber/Arturia&Gilgamesh +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora