[...] Entonces uno se levanta de la cama. Pone música para ponerle un poco de onda a las decisiones que tomará consecuentemente, y se mete al baño. Prende la ducha, se mira en el espejo antes de correr dentro del agua y larga un largo suspiro, que entre comillas significa, "allá voy, lo estoy haciendo, hoy pude". Entonces uno se baña, se depila, se lava el cabello, se resbala un par de veces y canta en tonos desparejos.
Al salir de la ducha uno vuelve a respirar pero en otros colores, porque por un micro segundo recordó que con esa ducha se fueron muchos de los pensamientos negativos, uno ha dejado correr por la cañería las ansiedades y los miedos.
Uno camina por el cuarto en tetas y en culo esperando que los vecinos no lo estén espiando y elije sus mejores ropas, que a veces ni siquiera lo identifican, pero bueno, vivimos en un mundo estereotipado. El reloj ya dio las 10pm así que, qué más da? Uno se mira en el espejo con las mejillas rojas por el vapor, se peina el cabello, se maquilla apenas para que no se note la desesperación de que le faltan 5 años para cumplir treinta. Y así es como uno decide tomar una bandolera, las llaves, la poca plata que tiene porque ya es fin de mes. Entonces uno dice bueno vamos a mandarle un mensaje, pero tiene que ser gracioso e ir al grano, entonces uno le pregunta a todos sus mejores amigos a ver qué puede escribirle para no quedar como una estúpida, aunque solo sea un simple mensaje. Entonces los amigos dicen, podes mandarle esto o lo otro, mientras otros la empujan a que deje de comportarse como una indecisa si ya ha tomado la decisión de verlo y tener sexo.
Entonces esta persona escribe en el Chat un "hola como va, nos vemos hoy, voy a estar en tal lugar y tengo un espacio" lo que significa, te quiero coger, o al menos quiero ver si seguís valiendo la pena. A lo que el chico responde "dale si, estoy libre después de las 12. Coinciden, hay match y sin usar Tinder, cosas raras que pasan en el mundo no virtual.
Se encuentran en Puerto Madero porque les han contado que de noche hay un aire de magia, más allá de los robos y comienzan a caminar. Ella no le agarra la mano porque agarrar la mano significa demasiadas cosas y no, no es el momento. El hace un chiste, ella lo retruca porque el intelecto es rápido y no hay tiempo que perder. Esto es casual, nada de otro mundo, por lo tanto después de merodear una hora y media deciden ir a casa de él.
Al llegar él le ofrece algo para tomar y aunque ella ya bebió de más, se dice a sí misma, que puede pasar? Ya estoy acá, "basta cerebro deja de pensar" . Y así es como ambos se sientan en el sillón que le regalo a él su mejor amigo y empiezan hablar sobre lo que están haciendo actualmente, a qué se dedican. Él es poeta y ella escritora y trabaja para una editorial.
La noche transcurre y abren el segundo vino que resultó estar pícado, pero se ríen entre muecas porque ya nada puede ser mejor, deciden poner un vinilo que quedó olvidado en el departamento por el último dueño y suena en vivo, Stevie Wonder con sign sealed delivered, y allí es donde la noche realmente comienza.
Él la invita a bailar como si estuvieran el los años 50 y ella responde con una reverencia. Ambos bailan apretados y el le susurra al oído que hacia tiempo que no la pasaba tan bien, ella retruca que ha habido mejores entre risas para evitar momentos incómodos.
La música los desnuda, y la Luna, y la temperatura los abraza a querer más. Todo fue perfecto, como ella lo imaginaba. Durmieron abrazados como si las sabanas se conectaran con sus pieles de terciopelo. Y en un abrir y cerrar de ojos, se hace de día, ella despierta y el duerme profundamente.
Ella no sabe cómo reaccionar, es lo que busca, o al menos lo que cree que busca, pero algo hace que tome la decisión de irse sin dejar una dirección ni planes para volver a encontrarse.
Sale a la puerta de la calle, saluda al portero y camina unas cuadras hasta tomar el subte D, que la deja cerca de su casa. Y mientras escucha Berhana de Grey Luh mira como las estalactitas de la noche recorren su cuerpo, mientras mira como recuerdos los ojos de él en los ojos de los demás.
Al bajar sube las escaleras que la llevan hasta otra parte de la ciudad donde compra un café para olvidar la resaca de la noche anterior y sube a su departamento a bañarse, a quitarse el amor y las ilusiones.
Sabe y comprende que no la volverá a llamar. Y no porque a él no le haya gustado, no porque su sexo no fue suficiente y de otro mundo, sino por el apuro de quererlo todo ya. El apuro de no poder aguantar más segundos antes de irse y dejarlo abandonado durmiendo en una cama desconocida.
Así es como la mayoría nos sentimos después de los encuentros casuales. ¿Será para mi? Naaa, como va a ser? Lo conozco hace dos minutos, mejor tener sexo y después vemos, y sino vendrá otro. No nos damos la oportunidad de conocernos porque nos da miedo que algo del otro entre en nosotros y no deje irnos de esa cama a la mañana.
Ojalá pudiéramos retomar rutinas donde hablemos mejor que entre líneas, ojalá tengamos mejores charlas en persona mirando la Luna, que por WhatsApp descartando notificaciones que joden con nuestro día a día. Ojalá... Ojalá pudiéramos mirarnos más a los ojos y ver que hay más allá, aunque no nos gustemos, aunque no seamos el uno para el otro, simplemente ojalá podamos ser algo más que la rutina que intentamos evitar y nos va consumiendo a medida que pasan los años. Porque después nos quejamos de la soledad, pero las personas no vienen solas, o al menos no para todos o solo les pasa a algunos afortunados.
Disfruta más, reite más del nerviosismo del otro, disfruta que te miren en la calle y te olviden a la otra cuadra, eso también es vivir. Y la puta madre que es hermoso [...]