Capítulo 1

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Era inaceptable. Jodidamente descabellada la idea de su padre.

—¡¿Cómo piensas mandarme a ese suburbio de quinta?! —exclamó indignada.

André ya no sabía qué hacer con ella. Si bien había disminuido bastante su actitud exasperante para con los demás, aún dormía en ella la diva y la reina. Y cuando las situaciones la exasperaban al extremo, esa actitud engreída salía a la luz; como ahora.

—Cariño, el lugar no está nada mal. No es una mala zo...

—¡Me quieres mandar a ese muladar para deshacerte de mí como lo hizo mamá, ¿verdad?! Ya estoy mayorcita, papá, así que si soy un estorbo para ti me lo puedes decir a la ca...

—¡Me han amenazada de muerte! —espetó enojado ante las absurdas palabras de su hija— ¡No se te ocurra compararme con ella cuando lo único que quiero es evitar que te pase algo!

La rubia quedó pasmada con su primera oración.

¿Amenaza de muerte?

Papá, pero puedo ir a casa de los Agreste y...

—Ellos son personas mediáticas y todos saben de mi amistad con Gabriel. Sería el primer lugar al que te irían a buscar después de aquí. Así que ya está decidido, Chlóe. Irás a vivir allí hasta que encuentre la seguridad que te mereces. Lejos de mí por ahora estarás a salvo.

—¡Es que yo no qui...!

—¡Déjate de niñerías ya, Chlóe! Necesito que pienses como la mujer mayor que dices ser. Tus cosas ya están hechas, te espero en el auto —zanjó exasperado ante la terquedad de su unigénita.

Apretó con fuerza la mandíbula mientras lo veía alejarse. No tenía opción, al parecer. Tras un bufido, siguió a su padre.

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Entraron al edificio con sumo cuidado de no ser vistos por nadie. Chlóe resopló ante la visión de su "bello hogar". Su padre la miró con reprehensión ante su gesto, pues estaban conversando con la dueña del lugar, una buena amiga de su abuela; alguien de confianza.

—No te preocupes, André, velaré por el bienestar de tu muchachita. Cuídate mucho, hijo, tu madre te diría lo mismo —aseguró la señora Feraud.

El hombre agradeció amablemente y Chlóe hizo lo mismo, aunque sus palabras sonaron forzadas.

—Hija mía, esto lo hago porque quiero protegerte. Prometo que cuando salgamos de la crisis te enviaré el primer vuelo a Miami como siempre quisiste, ¿sí? —dijo André. Amaba a su hija y no quería irse estando peleados. No sabiendo que no la vería dentro de un buen tiempo.

Chlóe suspiró. Durante el trayecto lo meditó bastante, y aunque le costaba aceptarlo por el sitio en el que se quedaría, supo que su papá lo hacía por su bien y porque la quería. Así que le ofreció una sincera sonrisa.

—Te quiero, papá. Asegúrate de atrapar a esos infelices —demandó abrazándolo. André sonrió prometiéndole que así sería.

—Mientras estés dentro, estarás segura. Cuando se te acabe las provisiones de la cocina, avisa a la señora Feraud —dijo poniéndose su capucha antes de salir. Chlóe asintió y se despidió una vez más de su papá.

Cuando todos se fueron, decidió entrar a su nueva casa. Su apartamento se encontraba en el tercer y último piso de la casa. Era el único piso que no tenía inquilinos, ella era la primera. La soledad y el silencio la recibieron gélidamente. Nunca había vivido sola. Sí, lo admitía, siempre había sido la niña de papá, y lo deseaba ser por unos años más. Malditos criminales que jodían siempre los planes. ¿Qué cojones querían si su padre ya no era el alcalde de París? ¿Es que acaso no podían dejarlo vivir en paz? ¡La crisis vino en el gobierno de Mádurein, no en el de su padre!

Mi ruidoso vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora