Capítulo 15

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El frío y el sentimiento de abandono la hicieron despertar, para sólo comprobar que el cuerpo que abrigada el suyo se había marchado.

La fémina miró en derredor aún acostumbrándose a la luminosidad de la habitación, entonces, una cabellera rubia tan conocida para ella sentado con la cabeza escondida en su propio regazo la hizo espabilar.

-¿Adrien?

El susodicho levantó la cabeza con rapidez.

Creo que lo he despertado. Pensó la rubia al ver sus ojos achinados e hinchados por el sueño.

-Chlóe, gracias a Dios... -suspiró aliviado el oji-esmeralda acercándose a abrazar a su mejor amiga con cuidado de no lastimarla. Ella correspondió el gesto sonriendo apacible.

-No creo que precisamente gracias a Dios esté aquí, pero coincidimos en que ambos estamos aliviados de tenerla sana -intervino su padre entrando a la habitación y suspirando con sosiego al ver a su hija-. Cariño, no sabes el susto que me he llevado -alegó con ternura acercándose a su retoña.

Adrien se apartó para permitir el abrazo entre padre e hija. El alivio que notó en el cuerpo de André al abrazar a Chlóe lo hizo sentir de igual modo. Ambos habían pensado lo peor antes que Luka les explicara la situación.

Agradecía que el Couffaine hubiera estado allí para cuidarla hasta que ellos llegaran.

-¿El hospital los llamó? ¿La prensa ya se enteró de todo? -urgió la rubia luego de besar la mejilla del político para tranquilizarlo.

-No te preocupes, pequeña, ya arreglé con la clínica y esto será un tema privado. Caso contrario los demandaré por exponerte -aseguró su padre con solemnidad.

-El que nos informó de tu estado fue Couffaine -intervino el Agreste, recibiendo una mirada incómoda de André. Aún no le caía del todo bien ese muchacho. Chlóe miró a su amigo y el pudo leerle el pensamiento-. Tenía clases en la universidad, aunque se aseguró que llegáramos antes de irse. Lamentaba no poder estar aquí cuando despertaras.

A la rubia se le fue la incómoda incertidumbre que la estaba carcomiendo.

-Mejor que se haya ido... -lanzó el señor Bourgeois, ganándose dos miradas recriminatorias-. P-porque las clases son lo primero, ¿no? -alegó para tranquilizar la cosa-. Los estudios son muy importantes.

-Tiene razón, André, pero también tenemos que reconocer que ese chico veló por la seguridad de Chlóe durante toda la noche, eso nos informó la enfermera, ¿recuerda?

A la fémina se le hinchó el pecho y una extraña pero agradable corriente le recorrió el cuerpo con dulzura.

-Tienes razón, se lo debo agradecer. Después de todo, los que cuidadan de los míos se ganan mi respeto -aceptó André convenciéndose a sí mismo.

La rubia también se lo agradecería más tarde, cuando pudiera moverse con facilidad. Se lo agradecería muuuy bien.

Charló con su familia durante la mañana, mientras se hacían los papeles para darle de alta. Sólo necesitaba estar en reposo una semana, hasta que sanaran los puntos y pudieran retirárselos, luego podría moverse con normalidad.

Su papá se puso a llorar pidiéndole perdón por no haber cuidado más a su pequeñita, echándose la culpa del desagradable momento que pasó la rubia. Chlóe le aseguró que no era su culpa, pero él insistió y no paró hasta resolver que pondría a un par de guardespaldas para ella que se escabulleran muy bien sin que se hiciesen notar ni levantatan sospechas.

La fémina aceptó sabiendo que eso calmaría los nervios de su padre.

Era increíble cómo André Bourgeois, el ex-presidente de París, que podía tener cara de pocos amigos y hasta resultar amenazante con su porte de político fuera tan sensible al tratarse de su hija, tan cuidadoso y sobre-protector al tratarse de su pequeña. Ella era su punto débil, su talón de Aquiles.

Mi ruidoso vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora