Capítulo 7

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El sudor en la nuca y espalda la hicieron removerse incómoda en la superficie blanda donde se encontraba. La sensación asfixiante de calor y una punzada en su cabeza la hicieron parpadear. Lanzó una maldición cuando sus ojos fueron azotados por la luz entrante de la ventana.

Pestañeó tratando de reconocer el lugar. Esa no era su habitación.

Ay, Yisus, no me digas que...

Levantó la sábana que la cubría y se percató que traía puestas las bragas. Nada más.

Se maldijo un millón de veces, hasta que vió la camiseta de Luka y recordó todo de golpe.

La fiesta, su voz, la canción, los tragos, el baile, la discusión, el auto, la bebida rosa, su asfixiante calor corporal, los besos, ella sobre Luka, ella obligando a Luka...

-Ay, no -lanzó quejumbrosa. ¿Cómo lo vería a la cara después de lo de anoche?

Suspiró al ver su ropa tirada y al parecer manchada de vómito.

Su rostro dibujó una mueca de asco al recordar que ella expulsó todo el alcohol en su sistema aquella madrugada.

La vergüenza y desesperación aumentaron cuando tocaron la puerta de la habitación.

-Ya amaneció, durmiente alcohólica -escuchó su voz rasposa, seguro se acababa de despertar.

¡¿Qué hago?¡ !¿Qué hago?! Pensaba mirando todos los lados de la habitación. No estaba lista para verlo a los ojos.

-Voy a entrar, eh.

Así que optó por un clásico: fingir que seguía durmiendo.

Logró cubrirse con la sábana justo antes que el peliazul entrara a la habitación. Cerró los ojos fingiendo dormir, incluso abrió un poco los labios para hacer más creíble su actuación.

Luka no se lo creyó. Sabía que estaba despierta y sonrió divertido e irritado.

Avanzó hasta el ropero y sacó una camiseta. Se quitó la que tenía y miró disimuladamente sobre su hombro y sonrió de lado al ver a la rubia cerrar los ojos con rapidez. Decidió no ponerse la prenda, en cambio la dejó sobre la cama y se encaminó hacia fuera de la habitación. Antes de salir soltó:

-Tus instintos pervertidos te delatan, Bourgeois.

La rubia azotó su cabeza sobre la almohada reiteradas veces cuando el moreno cerró la puerta.

Estúpidas hormonas.

La culpa era de ese gótico por tener un buen trasero.

Se sentó sobre la cama. Tenía que dar la cara. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Sólo finge que no recuerdas nada. Es la mejor excusa para los borrachos como tú.

Bufó estresada. Encima le palpitaba la maldita cabeza. Miró a su alrededor y meditó si ponerse su ropa de anoche.

Ugh, nooo, está vomitada, wuákala.

Vio la camiseta que Luka dejó en la cama. Tal vez lo haya dejado para ella. No lo pensó mucho y terminó por ponérsela.

¿Dónde demonios está mi sujetador?

Miró por toda la habitación, pero no lo encontró. Se dirigió al baño y se espantó.

¿Todo eso hice yo? Pensó asqueada al ver la taza del inodoro salpicada de vómito.

Jamás vuelvo a tomar.

Mi ruidoso vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora