Capítulo 8

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El beso fue tomando profundidad, ambos se sumergían en la oleada del deseo. El de ojos cerceta la tomó de los muslos y la levantó, haciendo que la rubia enredara sus piernas en su cadera para no resbalar, y deshaciéndose de la sábana que cubría la parte inferior de su cuerpo.

El anhelo entre ambos era innegable. Se le había escapado de las manos. Aunque por ahora estaba bien, aquello se sentía increíble.

Luka saboreó los labios de la fémina enloqueciendo a la rubia.

Es que, maldición, los besos de este hombre eran de otro jodido planeta.

El moreno los dirigió a la isla de la cocina y la sentó allí acomodándose entre sus piernas. Ella enredó sus dedos en las hebras oscuras de su cabello. Jugaba con estos dejándose mimar por el peliazul.

El joven mordió el labio inferior de Chlóe haciéndola jadear.

Te cobraré por lo de anoche, rubia.

Las manos de Luka ascendieron contorneando sus muslos y la suavidad de estos.

Ya no había nada que lo detuviera, no ahora. Demonios, había esperado mucho por esto. Su cuerpo la exigía como si antes la hubiera tenido, y eso lo asustaba, porque no la tuvo, y sabía que jamás la tendría, al menos no en alma y corazón.

Sus largos dedos apretaron los muslos haciendo inevitable para la rubia soltar un pequeño gemido.

Luka amó ese sonido. Sabía que podía oírse mejor. Así que hoy haría cantar a la fémina.

Trazó patrones circulares en la piel descubierta de sus piernas. La joven tuvo que apretar los muslos por mero instinto. El peliazul sonrió en el beso al sentir la tensión en sus piernas.

Él ya le había dejado muy claro que ella le atraía, su cuerpo se lo demostró anoche. Entonces debía ella de disfrutar de lo mismo.

Déjenle el trabajo, señoritas, Luka Couffaine las hará disfrutar.

Descendió los besos por la barbilla de la fémina. Chlóe inclinó la cabeza hacia atrás para darle más acceso y cerró los ojos para sentirlo aún más.

—Luka... —jadeó cuando sintió los dientes del moreno clavarse en su piel con una lentitud dolorosamente placentera para el cuerpo.

El moreno detalló que la rubia no llevaba sujetador. Sus pezones duros sobresalían tras la camiseta, su camiseta.

Sin que sus dedos abandonaran las caricias en sus muslos, sus labios fueron descendiendo.

Un gritito emanó de la Bourgeois cuando el peliazul mordió juguetonamente la piel de su modesto pecho por sobre la camiseta.

Estaba jugando con ella, lo notó en la sonrisa que le dio cuando fugazmente levantó la mirada para ver su reacción.

—Ni se te ocurra jugar conmigo porque te juro... Oh, dios mío —jadeó echando la cabeza hacia atrás al sentir los labios del moreno encerrarse sobre la pequeña cima que estaba dura y sensible.

Chlóe luchaba contra el impulso de gemir al sentir los movimientos circulares de la lengua del pealiazul sobre la prenda que cubría su desnudez.

Maldición, aún así podía sentir cada detalle.

Enterró sus uñas en los hombros del guitarrista cuando este rozó su centro con sus dedos por sobre sus bragas a la par que mordía la piel de su pecho con picardia.
Era demasiado para ella, pero no quería parar. Ninguno quería detenerse.

Chlóe jaló su cabello haciendo que el rostro del moreno esté a su altura y lo besó. Corto pero intenso. Tuvo que  separar sus labios para tomar una gran bocanada de aire. Luka no había dejado sus caricias en la parte baja de sus vientre.

Mi ruidoso vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora