Capítulo 2

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Capítulo 2

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Capítulo 2


Gibbs le preguntó.
- No me has dicho cómo hiciste para recuperar el Perla.
- Pues verás, fue curioso. Junto a la orilla encontré un objeto extraño y con él, un trozo de madera del Perla. Seguí el rastro y noté que el Perla estaba encallado en la otra orilla.
- ¿Y qué hiciste?
- Nadar hasta el otro extremo y tratar de sacar el navío con el timón.
- ¿Y no había tripulación a bordo?
- Nadie, Gibbs. La marea colaboró para sacar el Perla de nuevo al agua.
- Y...¿jamás volviste a ese lugar?
Jack no le había explicado a Gibbs que todo eso había sucedido en White Cap Bay.
- No...jamás regresé- dijo con un leve suspiro.- Bueno, vamos a la orilla. Habrá que desembarcar para encontrar víveres.
- La isla de Montserrat- observó Giibs.- También la llaman La Isla Bonita.
- Lo sé- reveló Jack con una sonrisa.- Espero que no se hayan equivocado.

La gente de Sparrow que los acompañaba por órdenes del capitán se dispersó por la costa.
Jack avanzó por otro lado, pensando en encontrar él solo un viejo cargamento de ron, cuando notó que aquella porción de la playa estaba totalmente vacía.
De pronto, notó que más adelante había como un cuerpo tendido en la arena.
Avanzó rápidamente y llegó hasta donde se encontraba aquel bulto.
- Eres tú...-observó Jack, sorprendido.
Se trataba de una hermosa mujer.

White Cap Bay, tiempo atrás...
- Gilian, ven aquí- gritaba una sirena.
- Ya voy- respondió la otra que parecía estar observando algo o alguien en la orilla.
Pasado un rato cuando notó que ese alguien ya estaba bien del todo, se volvió al mar con las demás.
Gilian nadó fuertemente hasta donde se encontraban otras sirenas.
- ¿Dónde estabas, Gilian?
- En la orilla.
- Sabes que no debemos salir y ver a los humanos, a menos de que ellos se adentren en estas aguas.
- Además- siguió otra- tú bien sabes lo que esos hombres quieren de nosotras. Robarnos tan sólo para colectar nuestras lágrimas y nos dejan morir al sol en la bahía de la isla de Ponce de León.
- Quiero que me digas si hablaste con él.
- Dos palabras- respondió Gilian.
- ¿Y qué palabras fueron esas: hola y adiós?- preguntó irónica.
- No me hables de ese modo- replicaba Gilian.- Sólo lo ayudé a respirar...
Mayrin, la sirena que la cuestionaba, gritó.
- Entonces, ¿lo besaste? ¿Sabías que si besas a un hombre ya no puedes matarlo? Se vuelve invulnerable.
Gilian sonrió.
- No, no lo sabía, pero me alegro de haberlo hecho.
Mayrin le dio un golpe.
- Serás castigada. No saldrás con las demás en un mes.
Gilian se apartó molesta y se fue a su cueva.
Horas más tarde, lloraba a solas. Una sirena, amiga suya, llegó a consolarla.
- No llores, Gilian, mejor...cuéntame- preguntó animada.- ¿Cómo fue?
Gilian dejó de llorar y empezó a contar.
- Ay, Dorian, fue...delicioso. Sus labios son dulces y su lengua es...picante.
- ¿Picante?
- Sí, dicen que es por el ron que beben...además, es guapo, atractivo...tiene una voz que eriza la piel y las escamas.
La otra sirena se emocionó.
- Pero, bueno, eso ya fue.
- Tengo que volver a verlo.
- No...-sugiriró en voz baja.- No vayas a involucrarte con él. Recuerda que hay muchas que lo han hecho y...
- Muchas lo han hecho y han vuelto.- aclaró Gilian.
- Pero otras ya no han regresado- insistió Dorian.
- A mí no me va a pasar eso. Voy a buscarlo y cuando lo encuentre, no dudaré en entregarme a él. Supongo que debe ser lindo, a las mujeres les gusta.
- Pero...dicen que las mujeres de la bahía, esas que se pintan y ríen todo el tiempo, de eso viven. Eso me lo contó una que las vio y dice que eso es asqueroso.
- Esas mujeres lo hacen por dinero. Pero yo quiero que él haga lo que hacen los esposos. Una vez vi a unos jóvenes que se casaban en la playa. Él era guapo, dulce...y ella vestida de blanco se veía como la luz. Los vi cuando se besaban en la cubierta de su barco. Él se veía tan feliz y ella entró con él y no salieron el resto de la noche. Y en la mañana él se veía aún más enamorado.
- No debiste- decía la otra- esas son cosas de humanos.
- Y yo quiero saber qué se siente- concluyó Gilian.- Nada me hará cambiar de parecer. Pero no se te ocurra decir una sola palabra, ¿oíste?
- No te preocupes- asintió Dorian.- No le contaré a nadie. Sólo prométeme que lo pensarás.
Gilian sonrió.
- Por supuesto- dijo la sirena- pero ahora vete o te castigarán como a mí.


El tesoro de Saint-Marie (o la Isla Bonita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora