Dulce.

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Dulce, todo en su vida era tan dulce y acaramelado que tenía el temor de caer en un coma diabético, y no era el hecho de que amara comer cosas endulzadas, en realidad detestaba ese tipo de golosinas.

En realidad era porque sentía que su cuerpo entero era de azúcar cada que veía al chico de mejillas regordetas reír a tres mesas de la suya en receso, su sangre se endulzaba cada que de los bellos y rosados labios de aquel chiquillo se escapaba una risa estruendosa y llamativa, porque sus ojos no se podían apartar de todo su ser, porque le robaba el aliento sin tener que hacer la gran cosa, porque se metía y acampaba en su mente por días enteros con tan solo dedicarle una mirada, y Jaebeom no pudo hacer nada para evitarlo pues cuando menos se dio cuenta su corazón ya había decidido que la razón de su latir era ese hermoso y angelical ser humano.

Tenía problemas, claro que los tenía y ahora le sumaba el haberse enamorado de la mirada cálida y pura de ese chiquillo ruidoso, estaba en aprietos, no conocía su nombre por lo que prácticamente suspiraba por un desconocido, pero eso parecía no importarle a su cerebro porque este hacía que actuara de la manera más torpe e inútil posible cada que el chico pasaba frente a él, cada que le veía a lo lejos hablar amablemente con la gente y cada que se imaginaba que tan endulzante sería escuchar su voz de cerca.

Si, tenía graves problemas y no sabía ni por donde empezar a resolverlos, porque contrario a lo que el estaba tan acostumbrado, los problemas a los que se enfrentaba no tenían una fórmula para resolverlos, no podía despejarlos y llegar al final sin necesidad de pensar mucho, porque era un área completamente desconocida para él y no estaba listo para enfrentarla.

Se recuesta en su cama y comienza a imaginar una cantidad inmensa de escenarios, unos muy distintos de otros pero todos con algo en común, el chiquillo risitas, ese mocoso—como lo llamaba su amigo Jinyoung—que desde que lo vio se instaló tan abruptamente en su corazón y no tiene oportunidad de olvidar.

Esta cansado y molesto, lleva más de seis meses apreciando la belleza ajena y no ha tenido oportunidad de dirigirle si quiera una palabra—en realidad ha tenido un sinfín de oportunidades pero no ha querido tomar alguna—y teme que pronto su amor se vuelva algo más allá de lo imposible, por lo que por décima vez ese día, se convence de que mañana mismo le hablaría a ese chico, pero esta claro que como todos los días de los últimos dos meses cuando lo vea caminar tan precioso como a diario sus palabras quedaran en el olvido. Duerme y se permite tener al chiquillo de flequillo café  en sus brazos entre sueños y se permite imaginarsi en realidad el besarlo en los labios le dejaría como efecto secundario un cuadro de diabetes, pero sabe y acepta que no podrá llegar más allá de su imaginación, porque ese chico jamás podrá ser suyo.

                                                                                        🍬

Miércoles por la mañana y su cuerpo ya no tiene intenciones de resistir todos los ataques del chiquillo risitas, porque le ha dado por teñirse de rubio y si antes le parecía hermoso ahora sus ojos no pueden dar por hecho que en realidad existe en este mundo un ser tan perfecto por lo que se rasca sus ojos cada 5 segundos para asegurarse de que la obra de arte que tiene frente a él es, en efecto, legítima. Si todos los días se acobarda y vuelve a su casa cual perro con la cola entre las patas, hoy se sentía miserable, porque no era el único espectador de esa obra de arte que aún no tenía título, en realidad cualquier ser con ojos sería capaz de caer a los pies del monumento que hacía presencia en eso momentos, pero lo que más le hizo sentir mal fue que todos eran capaces de lanzarle un cumplido o dedicarle una sonrisa coqueta al chiquillo, pero él simplemente se escondía detrás de un pilar de cemento. Al menos ahora sabía que se llamaba Youngjae, un nombre que sin duda estaría presente en su vocabulario de ahora en adelante.

☆just the two of us☆ [2jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora