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IX

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IX

Sasuke Rosemberguer.
Nueva Orleans.

La liviana brisa fresca que obsequiaba la noche entraba a gusto por las ventanas, meciendo las cortinas en movimientos leves, la luna opaca gracias a las grises nubes hoy lucía tímida.
Al contrario de la mujer que danzaba ante la melodía de las teclas del piano. Coqueta y risueña. Sus mejillas parecían siempre estar vivas, como una mujer normal, cómo las demás. La seda blanca de su vestido se desliza uniforme con su piel, siendo uno con ella.

— Fue una buena noche hoy ¿no lo crees? — dijo Sakura dejando de menearse  ritmo de la melodía, para luego sentarse cerca se mis pies, rodeando con sus brazos las telas de mi pantalón.
Sus ojos verdes me miraban en espera de una respuesta.

—Te he dejado beber frente a Naruto.

—Sí, y a él no le ha importado

—Eso dices porque aún no le conoces. Para él los pequeños detalles nunca pasan desapercibidos. Es tan meticuloso, tan recto en lo que hace, tan aburrido y depresivo, que no puedo creer que se haya enamorado — Me desahogué.

— Exacto — contestó — ahora él está más pendiente de la hermosa emperatriz. Cómo tu lo deberías estar de mí. Ya que mamá no está, al fin.

Se sentó sobre mis piernas, acariciando con sus manos mi rostro y mi cabello. La miraba y no me arrepentía de nada de lo que había hecho, de cómo lo había conseguido.

Fue antes de llegar a Nueva Orleans, hace 17 años. En uno de mis tantos viajes que hacía en solitario, cuando aún Naruto se negaba a acompañarme y a salir de Francia. Para entonces Nueva Orleans no era tan distinta. Los emperadores y reyes gobernaban la nación, los pobres eran trabajadores y algunos esclavos, era con ese equilibro que se mantenía el orden; donde se formaba la pirámide de las clases sociales. El dinero, y los inmuebles nunca fueron algo de lo que haya tenido que preocuparme.
Lo que me hace aún más desearlo todo...todo.
Ver a los humanos preocuparse por cosas vanales siempre me causó gracia. Pero no puedo negar que cada uno de ellos es distinto, y he aquí en donde se marca una línea. Hay humanos exquisitos, a los cuales puedes adivinar a que sabrán mucho antes de beber su sangre, te atraen y una vez que los pruebas, puedes seguir tu camino. Pero también hay humanos que te conquistan, no sólo con el aroma de su sangre, ni con su sabor, más bien con su aura, eso tan intangible. Que hace que su sangre sea de un tono que desconoces, que deseas probar con toda tu fuerza, lo que queda de ella y vivir por eso. Podrías llamarlo punto débil si deseas, poco importa. Y son ese tipo de detalles que hacen que la inmortalidad valga la pena.
Fue entonces que sentí todo aquello en una mujer de Nueva Orleans.

La vi comprando fresas en el mercado, en el que sólo acuden los empleados para sus patrones. Pero yo aquel día buscaba alguna víctima que calme mi hambre. Y alli estaba ella, portando un traje de hábito, negro.

Emperatriz / NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora