Margaritas

1.3K 173 29
                                    

XII

Con la yema de sus dedos sentía la suavidad de los pétalos de la flor que había arrancado, se trataba una sencilla, muy simple, para nada ostentosa a diferencia de una poderosa rosa, pero era hermosa con su simpleza.
Empezó por arrancarle los pétalos, uno por uno, pensando en cómo el tiempo trasforma las cosas. Un día estás bien, y al otro segundo el tiempo lo cambió todo.
Bajo el cielo generoso que prestaba una cálida mañana, estaba Hinata, con apenas 12 años. Pensando en lo cambiante que es la vida. Sentada sobre el verde y fresco césped del jardín de su hogar. Rodeada de más flores.

-Has matado a la margarita - dijo un joven de casi su misma edad.

-Se llamaba así - contestó Hinata sin dejar mi mirarla, allí, con sólo un par de pétalos.
La margarita blanca se asemejaba a su vestido, uno de la tela más fina y suave de algodón. Tan pálido como su piel y la claridad de sus pupilas, pero al contraste de su oscuro cabello corto y esas mejillas rosadas, redondas y brillantes como una manzana madura .
Toneri no dejaba de contemplarla, gustoso de estar a su lado. Sintiéndose afortunado de que su familia sea amiga cercana de los Holmes. Ya que así la tendía cerca.

Hinata jamás se imagino que las visitas esporádicas de aquel joven amable, y de perfecta sonrisa que mostraba significarían algo más en el futuro. Y allí estaba el tiempo, cambiándolo todo, dañándolo las cosas por está vez.

~

Cerró los ojos con fuerza, al principio trató de soltarse de su agarré, pero sus manos no podían defenderse. Relajó los gestos de su rostro dejando escapar las largas lágrimas que corrían por sus pálidas mejillas. Se escapó de ella un ligero sollozo que nació de lo más escondido de su ser. Era la peor noche de su vida, la misma en la que la persona que amaba le había pedido que fuese su esposa. Sentía que había herido a Naruto en cuanto se alejó de él días atrás debido a las amenazas de Toneri, solo haciéndolo, yéndose sin dar explicación alguna. Por eso sabía que era difícil que Naruto vuelva a por ella después de aquello y de que su padre lo haya echado. Sabía que estaría triste, y esa tristeza la ahogaba también.

Sus muñecas dolían por el agarre, los segundos parecían horas.《Tiempo, estúpido tiempo.》

El dolor disminuyó de pronto, los besos forzados que sentía en su cuello se detuvieron. Abrió los ojos al verse liberada. Viendo a Toneri delante de ella, con la mirada gacha y pidiendo perdón. Sintiéndose arrepentido de lo que estuvo a punto se cometer.

- Estoy tan enamorado de ti Hinata. Todo esto es tu culpa, si me amaras nada de esto tendría que ser difícil. - Empezó a hablar dolido.

Hinata se alejó de él en cuanto pudo, acomodando la falda de su ligera pijama.

- No es mi culpa no amarte - respondió ella tan seca y distante - Me has lastimado.

- ¿Recuerdas la historia de la margarita? - Preguntó Toneri de repente, sentándose sobre el sofá.

- ¿La de los pétalos blancos que concede deseos?

- Sí, creíste que era verdad. Lo hiciste.

- No creí, solo... solo anhelé hacerlo, como tu lo hacías. Para intentar sentir algo. Y éramos aún niños.

Las palabras de Hinata herian su ego, los desprecios le hacían reclamar el no ser querido de la misma forma que el la quería. Pero esto solo lo volvía egoísta y caprichoso.

- Cuando estemos casados seremos felices, verás. - Fue lo ultimo que dijo antes de irse. Dejando a Hinata sola sobre su cama, sin él poder interpretar el miedo que causaba, siendo lo único que ella sentía aparte de desprecio.

Las doncellas por fin pudieron entrar después de que Toneri dejara la habitación, consolando a la emperatriz que ahora si podía llorar con todas sus fuerzas.



La páginas amarillas por el pasar del tiempo tenían sobre ella la tinta que marcaban las palabras de un libro que no era leído. Hace mucho rato llevaba abierto encima de la mesa del despacho de Naruto, pero esta vez ni la lectura podía hacerlo dejar de pensar en aquella mujer que él creía que lo había rechazado. Repasaba sus palabras 'Cobarde' que era como lo había llamado. Pero esas no eran las más importantes, sino aquel tierno y sincero 'Te amo.'
Pensaba en la posibilidad de casarse con Hinata, y poco le importaba aquel compromiso. Él solo la quería a su lado, sin que interese más, sin nadie más. Y si aquello era una regla para poder estar con ella, lo haría.

-Llevas horas aquí - Dijo Sakura entrando después de no haber obtenido respuesta al tocar la puerta.

- No sé de otro sitio al que pueda ir ahora.

Ella se sentó sobre el escritorio, apartando el libro a un lado y tomó el rostro de Naruto con ambas manos, miró sus intensos ojos azules y supo que no había nada que él no pudiera hacer.

- Pero estás en casa, donde perteneces, no tienes que ir a ningún sitio. Estás con tu familia, yo soy tu familia ahora ¿no es así? - rio juguetona y sensual, mostrando una sonrisa con hermosos colmillos.

- Lo eres - afirmó él posando sus manos sobre las de ella.

- Dime tus pesares.

Cerró los ojos, sintiendo sólo el aroma que emanaba el perfume de Sakura. Y pensó que contestar.

- Me he enamorado de un mortal. Pero no la puedo tener, no la debo tener. La he proclamado mía, la he sentido mía, pero solo le he causado dolor. Siento que si la amo tanto como lo hago debería dejarla ir. Y que sea feliz con lo que sus padres le dictan. Yo... yo no puedo estar con ella, no quiero verla envejecer y morir. Pero tampoco quiero que sea un monstruo como yo.

Sakura se alejó del vampiro que le hablaba. Caminó hasta la ventana dándole la espalda, él solo la miró sin decir nada.

- ¿Consideras una ofensa ser lo que somos? Crees que somos monstruos pero no, no es nada más que nuestra naturaleza, somos depredadores, somos perfectos.¿ Ves está piel? siempre se mantendrá así, suave, lisa y brillante. Porque si soy un monstruo, soy el jodido mejor del mundo.

Naruto sintió por el entusiasmo de sus palabras que ella era muy joven, pero tan apasionada como Sasuke, y supo de él le había enseñado bien. Eran iguales.

Entonces así había llegado la hora de plantear las cosas, de hacer que el tiempo trabaje en su metamorfosis de cambiarlo todo. De que alguien por fin le pregunte a Hinata cuales son sus deseos, sin que nadie intervenga y piense por ella.
La madrugada aún empezaba, tomó su capa y salió con la oscuridad de compañía.

Desafiante frente al palacete Holmes, lleno de guardias, estaba Naruto, no sólo ansioso, sino hambriento de una forma voraz, con el apetito tan vivo. Furioso de lo ocurrido horas atrás.
Caminó como si no hubiera nada quien le impida dirigirse hacia donde iba. Ignorando por completo la llamada de los guardias que no se atrevían acercarse.

- Señor, deténgase, nadie puede pasar - Dijo el guardia que custodiaba la entrada de portón principal.

Naruto lo miró. Y bastó con esa mirada para asustarlo, lo tomó del cuello y apretó con fuerza faltándole el aire.

-Iré a donde quiera y si tienes miedo ve y arma una tropa - Contestó Naruto, soltando al hombre antes de ahogarlo, dejándolo tendido el piso, con los demás guardias de testigos.

Al fin pudo llegar hasta la habitación de la emperatriz, y su corazón latió con fuerza desbocado. Cerró los ojos y entró en espera de verla, pero la encontró llorando rodeada de sus doncellas que la consolaban como podían.
Hinata al verlo allí de pie, debajo del marco de la puerta, limpio de inmediato las lágrimas de sus mejillas, y así, descalza y en pijama corrió a sus brazos.
Él caminó de prisa también al verla acercarse y la recibió con el más puro abrazo.

- ¿Quieres venir conmigo, ahora? - Preguntó Naruto bajito en su susurro sólo para ella.

Hinata tenía su cara escondida en el pecho de él, pero asintió con la cabeza en forma de respuesta afirmativa. Ya no tardaría de nuevo en decirle que si.
La tomó en sus brazos, levantádola con tanta delicadeza y la llevó consigo. Dejando atónitas a sus doncellas y los guardias.

Emperatriz / NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora