Tres

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—Dejen las caras largas, estaremos sólo un rato— dijo ella omitiendo que se iría por la mañana, no quería arruinarles también su noche.

Pidieron unos tragos y conversaron un poco sobre todo, la infancia de Santiago y la de ellos, sus planes y algunos sueños.

—Santiago convence a Sarah para que perdone a mi padre— ojalá Fede no hubiera mencionado esto, ella se molestó y lo miró con enojo.

—No hay nada que convencer nunca voy a perdonarlo.

—Deja de ser testaruda.

—Parece que a ti te lavaron el cerebro porque no recuerdas nuestra infancia— dijo ella con resentimiento.

—Recuerdo absolutamente todo, pero yo no soy rencoroso, yo sé perdonar, yo sé vivir sin ningún dolor— Fede se defendió.

—Pues disculpa señor perfecto que puedo perdonar todo, no todos somos Federico para hacerlo— Santiago los miraba pelear y trató de calmar los ánimos.

—Venimos a festejar no a discutir.

—Pues eso diselo a él— ella se levantó y fue hacia el sanitario, cuando salió de allí hacía el pasillo sintió su celular vibrar una llamada de Gabriel estaba entrando, ella salió del bar para contestar, justo en ese momento sintió como alguien le quitaba el celular, ella giró para reclamar y unos hombres la sujetaron, ella comenzó a forcejear, pero eran más fuertes que ella, ni siquiera pudo gritar por ayuda, cuando la llevaron lejos de la entrada ella pudo hablar a pesar del miedo que tenía.

—¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?— dijo gritando con miedo, Sarah podía sentir su cuerpo entumecido, las lágrimas salían sin poder contenerse, ¿Qué estaba sucediendo?

—Subanla, sin lastimarla— dijo un hombre y ella sintió como la subían en un automóvil, ella intentó forcejear, pero fue en vano ya que dos hombres la sujetaban firmemente, después pudo confirmar que iba en una camioneta.

Maldita sea, ¿Por qué tuve que venir a este viaje?

Todo su cuerpo temblaba, no era capaz de tener un pensamiento claro, todo había sido tan rápido, maldecía una y otra vez el haber salido esa noche a escondidas de su padre con Fede y Santiago ¿Y si moría? ¿Su madre y hermano iban a poder vivir sin dolor?

A esa alturas no sabía si ella sería capaz de regresar con vida a casa o por lo menos ver el último amanecer, tenía espasmos en todo el cuerpo, los nervios y el miedo estaban presentes sin poder controlarlos, aún seguía sollozando, si tan sólo no se hubiera separado de Fede y de Santiago en el bar, ella no estaría en ese momento en una camioneta con unos desconocidos, vendada de los ojos y amordazada muriendo de miedo sin saber si iban a torturarla o sólo a matarla, ¿Este sería su último día de vida?

Sintió como la camioneta se detuvo después de mucho tiempo, ella estuvo expectante a cualquier movimiento, la puerta se escuchó y luego la bajaron de la camioneta, ella puso resistencia, pero volvió a ser en vano, los hombres sin problema la llevaron dentro.

La hicieron sentar en un sofá y le quitaron la venda de sus ojos, su rimel y delineador eran un caos por las lágrimas y el vendaje, la luz lastimó sus ojos que pronto se aclararon y se encontró en la sala de una casa, pudo notar que no era una simple casa, sino una mansión, un hombre entró a la habitación y ella instintivamente se puso alerta, ¿Era él quien iba a matarla?

—Salgan— ordenó, ella reconoció la voz del hombre, era el mismo que había ordenado secuestrarla, acto seguido los hombres se alejaron de ella y salieron del salón, la mirada del hombre se posó sobre ella y su interior colapsó por el miedo —No voy a hacerte ningún daño— él se dirigió a ella amable y Sarah realmente quería creer eso —Voy a desatar la mordaza, pero antes tienes que saber que estamos muy lejos del pueblo más cercano, el rancho en dónde estamos ahora está rodeado por bosques, si intentas huir no vas a lograrlo, la seguridad que hay en él es efectiva, así que te recomiendo que te tranquilices, ahora tienes que confiar en mí, ¿De acuerdo?— ella no era consciente de sus movimientos, su miedo era irracional, pero debía confiar en ese desconocido que la había privado de su libertad, ella sólo lo miró tratando de asentir, no confirmó si lo hizo, él se acercó y comenzó a desatar la mordaza, ella temblaba de pies a cabeza, no pudo contenerse y comenzó a llorar, él la miró y le brindó una manta ya que no llevaba abrigo alguno.

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