Veinte

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Los minutos se volvieron interminables, Julián caminaba de un lado a otro, su pecho se sentía oprimido, no podía imaginar una vida sin Sarah, sin su bebé, habían anhelado tanto tener una familia completa y ahora el destino estaba una vez más poniéndolos a prueba.

¿Habían hecho tanto daño que ahora se les castigaba?

Detestaba no poder hacer algo para que las cosas cambiarán para bien, detestaba no tener la posibilidad de hacer esto posible.

Elena y Raúl llegaron en cuanto se enteraron, él había llevado café para los que esperaban, pero Julián no había aceptado nada, él estaba a la expectativa de cualquier noticia, se veía realmente cansado y abatido.

Elena había tratado de hacerlo comer, pero él se había negado amablemente.

Lidia y Elena fueron a la capilla, mientras los hombres esperaban en la sala.

Julián sintió un vacío cuando vio a la misma enfermera acercarse a ellos, él acortó la distancia y la miró con esperanza, ella mantenía su semblante serio.

El señor Leonardo y Raúl se acercaron a ellos.

—Señor Infante— Julián tragó saliva —lamento informarle que no se ha podido salvar a su bebé, su esposa estará en terapia intensiva unos días, por el momento ella está en observación— para Julián el mundo en ese momento se detuvo, se volvió un mundo cruel y despiadado, el dolor que sentía era indescriptible, no le deseaba eso ni a su peor enemigo, pero no derramó lágrimas, tenía que estar bien para su esposa, sabía que esto no iba a ser fácil, las palabras de Sarah retumbaron en su cabeza...

«—Amor, si algo me sucede en el quirófano quiero que escojas al bebé—... »

Don Leonardo y Raúl estaban conmocionados.

—¿Cuándo podremos verla?— preguntó su papá.

—Por ahora sólo puede ingresar su esposo.

Julián acompañó a la enfermera y lo dejaron entrar a la habitación en donde se encontraba su esposa inconsciente por la anestesia.

En cuanto lo dejaron solo no pudo soportar más y tomó de la mano a Sarah y lloró desconsoladamente, el dolor le oprimía el pecho.

Estuvo así durante un largo rato, después la enfermera le indicó que debía salir, él salió de la habitación y caminó sin ánimo.

Elena y Lidia ya estaban cuando él regresó a la sala, el ambiente allí era desolado, Lidia se levantó en cuanto lo vió y lo abrazó instintivamente, Elena hizo lo mismo, pero él solo se mantuvo en silencio.

—¿Cómo está?— preguntó Lidia.

—Está inconsciente por la anestesia— dijo él.

—Hijo, tienes que comer algo— dijo su suegra, él negó.

—No lo hagas por ti, hazlo por ella, te necesita bien.

Él dudó, pero ella te la razón, fue acompañado por Raúl.

—Merezco todo lo malo, pero ella no, ellos no— dijo Julián con dolor.

—Nadie merece esto— dijo Raúl —ni siquiera tú, tú siempre la quisiste desde que los conocí lo supe— Julián lo miró sorprendido —tal vez no te habías dado cuenta, pero ya la querías.

—¿Qué voy a decirle cuando despierte?— preguntó abatido.

—Se que van a lograr superar esto, los dos son muy valientes, se enfrentaron a años de disputas entre sus familias y lograron ser felices, sólo no la dejes.

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