Sentí sudor frio por mi espalda y nuca. Mire a mis lados tratando de encontrarla pero no estaba por ningún lado. El chico del mostrador leía una revista despreocupado y éramos los únicos ahí. Estaba a punto de soltar todo y correr fuera de la tienda pero sentí unas pequeñas manos en mi abdomen y un cuerpo en mi espalda. Tome las manos y suspire aliviado cuando sentí su característico calor.
Me gire a ella y me encontré con su juguetona mirada, y una pequeña sonrisa inocente en sus labios.
- Te asuste? – preguntó.
- Dios, nunca vuelvas a hacer eso de nuevo. – la abrace levantándola un poco después de haber dejado todo en la barra de café.
- Hey, que pasa? – acaricio mi cabello mientras yo disfrutaba de su olor.
La solté segundos después y nos miramos a los ojos. Negué con la cabeza.
- Nada, solo me asustaste. – conteste y tome las cosas con una mano mientras con la otra, tome la suya. – ya sabes que llevaras?
- Si. – levanto su mano con un paquete de galletas y una bolsa de frituras.
Caminamos al mostrador y el chico dejo a un lado su revista para atendernos. Al último _________ había tomado algunos paquetes de caramelos. Salimos directo al auto y subimos. En cuanto empezamos a avanzar de nuevo, empezamos a comer. Nadie decía nada, solo se escuchaba el sonido de los paquetes abriéndose.
- Quieres? – le ofrecí el vaso de café.
- Gracias. – lo tomó y le dio un sorbo. Al instante su cara mostro disgusto.
- Qué pasa? – reí.
- No le pusiste leche. – contestó y me tendió el vaso. Lo tome.
- No me gusta en el café. – tome de el y lo puse en el porta vasos.
- No sabía eso… - murmuro.
La mire un segundo y sonreí.
- Ya lo sabes. – dije.
No paramos en todo el camino y ella ya no volvió a dormir. Hablamos de todo un poco. Trate de no sacar ningún tema que pudiera arruinar todo, ella parecía estar tranquila en esos momentos y no quería ponerla mal.
- A dónde iremos? – preguntó en uno de nuestros momentos de silencio.
- Tengo amigos que viven en Seattle. – conteste.
- Nunca había salido del pueblo.
La mire sorprendido.
- Lo dices enserio? – pregunte sin ocultar mi asombro.
- Enserio. – tomo un caramelo y se lo llevo a la boca.
- Eres una pueblerina. – me burle.
- Oye! – reímos.
- Pero eso te hace más especial. - murmure
De reojo la note ruborizarse.
- Deja de hacer eso. – se giro hacia la ventana.
- Hacer qué? – reí sin saber a lo que se refería.
- Eso! – su voz se escuchaba ahogada al topar con la ventana.
- Qué cosa? – pregunte aún divertido.