Capítulo III.

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_¡¡Es una niña!!.
Fue lo único que se oyó sobre los gritos de la, hasta hace unos instantes, parturienta. El sexo había de gritarse lo más alto posible, para ahuyentar los malos espíritus q venían a llevarse a tan frágil alma.
La recién nacida fue acercada a la madre, mas está volvió el rostro, rechazando la visión.
_Señora, debe bendecirla.
La mujer, aún con el rostro vuelto, masculló:
_Aparta, no sea que su mal destino se me pegue a mí también. Bendicela tú, después de todo eres mujer, no?; además de tener mí sangre en tus manos.
El rostro de la partera se puso aún más serio. La madre entró en labor de parto, entrando en desesperación y terror, rogando que mataran a la criatura ni bien saliera de su vientre.

 La madre entró en labor de parto, entrando en desesperación y terror, rogando que mataran a la criatura ni bien saliera de su vientre

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Ni las pócimas ni los conjuros lograron adelantar o retrasar lo que el Destino dictó. Bajo día funesto la descendencia abandonaría el vientre, puesto que así ha sido escrito y querido. La bendición de la criatura era obligada; si la madre moría, o no se encontraba consciente, correspondía a la matrona decir las palabras, puesto que al tener en su piel la sangre y carne compartida por fruto y vientre, poseía durante unos instantes su esencia y vínculo.

Por otro lado, debía realizarla una hembra, ya que llevaban el mismo fuego que la tierra les heredó para fecundar, siendo el varón indigno en esta situación

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Por otro lado, debía realizarla una hembra, ya que llevaban el mismo fuego que la tierra les heredó para fecundar, siendo el varón indigno en esta situación. Viendo que la señora no mencionaría las palabras, enunció ésta:

De este seno yo doy testimonio que habéis sido quitada, y que Hembra habéis sido formada. Que los Dioses te acobijen bajo sus pasos. Que la gloria de los altos sea vuestra gloria. Que la honra de vuestra Casa sea la vuestra. A los Dioses te encomiendo y a los Dioses te entrego. Que estos te protejan del mal espíritu y los pasos nefastos. Porta los emblemas de las Aguas con Honor; con fiereza has de defender sus blasones y con reverencia guardaras sus principios.


La niña, que no había dejado de llorar, fue limpiada con agua y envuelta en mantas bordadas con los emblemas de los Inmortales de las Aguas. La matrona hizo ademán de colocarla en el pecho de su madre, pero ésta, nuevamente, la rechazó. Se hizo el silencio, sólo cortado por los gimoteos de la recién nacida nacida y el crepitar del fuego encendido para mantener el frío. El fuego ritual era encendido con madera consagrada. Debían hacerlo arder la matrona y una doncella virgen, representando de esta manera aquello a lo que renunció la mujer para traer un heredero a su casa: la pureza perdida (mas no mancillada), entregada al deber de darle descendencia al varón, dado que este se encuentra imposibilitado a esto. La partera ilustra el orgullo de la mujer cuyas caderas se ensancharon, permitiendo que pase la vida por ellas. Los senos antes vacíos y ahora rebozantes de alimento, bondad de los altos también vedada al varón. El generar un ser que antes no estaba allí.

_Señora, si no amamanta, su cuerpo dolerá y enfermará.
_Maldita sea, dámela.
Con brusquedad, colocó la cabeza de la niña en su seno, la cual, ajena a todo, se calmó y bebió hasta dormirse. Durante todo ese tiempo, los ojos de la madre permanecieron furiosos mirando la chimenea. Ella iba a dar a luz al vástago que glorificaría la Casta. Un guerrero, sea hombre o mujer, cuya espada revelaría su filo al enemigo y alzaría su escudo en nombre de los dioses, loados sean estos.

Un descendiente astuto y sagaz, como su padre; y con su elegancia y ambición

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Un descendiente astuto y sagaz, como su padre; y con su elegancia y ambición. Entrenaría con las armaduras más pesadas sin cansancio y sería educado en las lenguas e historias para jugar por los intereses de su Casa. Y para coronar, uniría las dos ramas principales de la Casta, poniendo fin a sus diferencias desde tiempos antiguos. Su hija portaría el nombre de Rosa de las Aguas.

Demasiados planes echados a perder por el Destino

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Demasiados planes echados a perder por el Destino. Su cara se tornó en despectiva. Con ojos fríos miró a la criatura. Ya estaba hecho, con algo de suerte volvería a concebir y este mal suceso quedaría atrás.

Las doncellas tomaron al bebé y lo colocaron en una cuna al lado de la gran cama. La mujer, presa del agotamiento y la furia de la impotencia, acabó por dormirse, dando la espalda a aquello que en su momento fue su esperanza a sus ambiciones.

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⏰ Última actualización: May 26, 2018 ⏰

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