Capítulo 1: Adiós amor.

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Naruto limpió el sudor de su frente, rebuscó sus llaves en su canguro y tanteó un par de veces la cerradura de la puerta antes de conseguir abrirla.

Su suscripción en el gimnasio local se había vencido hace tan solo tres semanas. No había estado en sus planes, por supuesto, y no se enteró de ello hasta que su código rebotó cuando intentó cruzar esas apestosas maquinitas que ponían en la entrada.

Pero aun y con todo ello, Naruto no se había rendido en ejercitarse. Oh no, nunca lo haría. Y mucho menos después de estar tan cerca de obtener los abdominales que siempre había deseado. Así que una tarde después, se alistó con una de sus sudaderas y le dio una vuelta a su zona, una de muy alto costo cabía resaltar, y se encontró con una alternativa mucho más barata e igual de gratificante. En el parque zonal, que apenas se encontraba a una cuadra de su departamento, había un grupo de jóvenes que al igual que él preferían correr por la ruta de la ciclovía y ahorrarse unos cuantos dólares en los costosos gimnasios del barrio, de los cuales Naruto confesaba alguna vez haber fanfarroneado.

Hace ya dos semanas que se había unido al grupo y le iba muy bien. Incluso aquella mañana. Acababa de hacer una hora de ejercicio para comenzar bien el día.

Su camiseta estaba empapada por el sudor de haber corrido tres kilómetros por la ciclovía que rodeaba su zona; se cernía en su cuerpo como una segunda piel y las personas que se topaban con él, señoras más que todo, no dejaban de aclamarle que con ese frío cogería un resfriado rápidamente si no se cubría. Pero no lo hacía porque quería; Naruto se había dado cuenta recién esa mañana que no había mandado a lavar su ropa y que todas sus sudaderas seguían apiladas sucias a un lado de su baño; no le quedó de otra más que utilizar una de sus camisetas viejas que siempre paraba al fondo de sus cajones para ir a correr.

Pero aun con los ocho grados que hacían afuera, Naruto no se sentía entumecido. En realidad, siendo invierno, a él le agradaba correr un poco en las mañanas para agilizarse, aunque luego muriera de frío cuando su cuerpo se relajara. Y tampoco sentía tanto asco al estar sudado y apestoso.

Cuando ingresó a su departamento, el aire caliente del termostato lo golpeó directamente en el rostro.

Pero qué diablos, pensó.

Naruto se apresuró a cerrar la puerta detrás de él para no desperdiciar la calefacción, que últimamente se volvía más costoso en cubrir, y fue directo al regulador a apagar esa costosa cosa. No recordaba haberlo dejado encendido, él era muy cuidadoso en no excederse con los gastos de luz como para haber cometido tal error.

Solo un par de segundos de duda después, recordó emocionado qué día era ese.

Hinata volvía esa mañana a casa.

¿Cómo es que podía haberlo olvidado? Si hace tan solo medio mes se encontraba emocionado por su regreso.

Encontró sus grandes maletas arrimadas a un lado de la entrada y se emocionó por poder volverla a ver. Los auriculares, que los tenía colgando de la espalda, cayeron al piso y Naruto se hizo un lío en levantarlos y dejarlos hechos unos nudos sobre la mesita de la cocina. Se dirigió a pasos apresurados a la habitación que desde hace ya cuatro años, compartía con su novia.

Tres meses atrás y un poco más, Hinata había tenido la idea de visitar a su familia porque, sinceramente, pasaba mucho tiempo desde que no estaba con ellos. La delicada condición de su abuelo fue un factor primordial para que Naruto aceptara pasar una semana lejos de su novia. Pero el tiempo comenzó a extenderse, y luego, Hinata le pidió que aguardara más tiempo hasta que su abuelo mejorase por completo. Naruto había puesto pegas, por supuesto; amaba a Hinata y aunque no le molestaba estar una temporada lejos de ella, los gastos del departamento se volverían en su contra si se extendía mucho la fecha. Pero la muchacha le había insistido que su abuelo se encontraba muy débil y no podía irse así como así de su lado.

Hasta luego, amor© [BL/YAOI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora