Idiotas

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Rogue estaba sentada en ese círculo de amigos, en el suelo de la habitación. Mordía su labio inferior con nerviosismo, jugaba con sus dedos enguantados y hacía un gran esfuerzo por no llorar.

Los chicos habían contado cada pequeño detalle sobre lo ocurrido con el fugado John.

Ya nadie estaba pensando en proteger a nadie, solo se auto-compadecían por su equivocación.

En la habitación, el ambiente era inundado por un silencio incómodo. Jubilee había detenido su sollozo, luego del quiebre que sufrió al notar su enorme error. Kitty sorbía su nariz, periódicamente, en el mayor disimulo del que era capaz. Peter cubría su cuerpo de platino y daba marcha atrás, cada pocos segundos; tal y como alguien que juega con el botón de su bolígrafo; como si eso lo calmara. Bobby seguía en una especie de estupor. "No llores, no llores" —se repetía el rubio, mentalmente.

Ninguno se atrevía a siquiera moverse por temor a perder el control de sí mismos, otra vez.

**********

—¡Hey, ahí estás! —exclamó un tipo grande de cabello castaño, cuando divisó a Wanda, caminando hacia él y un muchacho de cabello plata; que balaceaba su peso desde los talones hasta la punta de los pies, rítmicamente, sin girarse a mirar, sus brazos cruzados sobre su pecho— ¿Ves? Te dije que ya regresaría —le dijo al chico que seguía de espaldas, pareciendo desear apaciguarlo.

—¿Me extrañaron? Ya lo sabía —replicó Wanda. Bromista, sin parecer molestarse en que los muchachos la vieran aún enredando los dedos de su mano en los de John; siendo un chico que no conocían.

—Tu hermano estaba a punto de correr para buscarte —le aseguró el castaño, despreocupado y con una gran sonrisa.

A John le parecían demasiado alegres, demasiado despreocupados, demasiado en contraste a como él se sentía.

—Él quiere correr por todo.

—¡No es cierto! —le dijo el muchacho de cabello plata, girándose sobre sus talones para mirarla. Parecía molesto, con un pequeño puchero en los labios—. Es solo que te fuiste, como si todos pudiéramos leer mentes y saber a dónde te irías —reclamó enfurruñado, hablando demasiado a prisa.

—Relájate —le pidió con fastidio—. Solo fueron dos minutos... ¡Además puedo cuidarme sola!

—Solo cuando controlas tus dones.

—¿Tienes algo que decir sobre el control de mis dones? —pareció retarlo. Y John pensó que no había sido buena idea seguir a esa pelirroja, mientras bebía el último sorbo de su bebida. Vio un destello rojizo emanando de los dedos de ella.

—¡Oigan, oigan, ya basta! —les pidió el grandote, levantando las manos en un pedido de paz—. No me obliguen a hacer temblar el suelo. —Quizás no tan pacifico—. ¿Quién es el chico, Wanda? —pidió, tratando de desviar el tema de discusión.

—Él es Pyro —lo presentó, recuperando la amplia sonrisa—. O John, como quieran —agregó, pero cuando recibió una mirada de reproche del pirómano, ella continuó, solo para él—. ¡Juro que lo leí antes de que me pidieras que no lo hiciera más! —sostuvo inocente.

—¿Saliste a reclutar idiotas? —cuestionó Pietro, aún molesto.

—¿Tú saliste solo para fastidiar? —replicó la niña, cruzando los brazos sobre su pecho, imitando el gesto del otro.

John seguía observando en silencio, haciendo lo que podía para no insultar al chico de cabello plateado. No era cortesía, era solo reglas de las calles: no llegabas a un grupo nuevo, jugando el papel de ganador. Hacerlo, sería ganarse un boleto a que te jodan.

Que te conviertas en viejito, con pelo blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora