Capítulo III

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"Si fuera más guapa y un poco más lista
Si fuera especial si fuera de revista
Tendría el valor de cruzar el vagón y preguntarte quién eres"

Jueves, 11 de Marzo



No sé cómo empezar esta vez.
Cada vez que recuerdo esto mi corazón da un grito de desesperanza.

Nunca había tocado este tema pero hoy quiero sacármelo del pecho porque no aguanto más.

Lo recuerdo muy bien: alto, moreno, ojos oscuros y sonrisa encantadora.... Era como si él estuviera compuesto de café porque te desvelaba toda la  noche.

¿Su nombre?
Desde hoy se llamará Ander.

Tengo que confesar que me enamoré profundamente de él, sin embargo nunca me atreví a manifestarselo.

¿Sabes por qué?
Nunca tuve las agallas y menos mal nunca las tuve pues me di cuenta de todo demasiado tarde.

Primero fue él.

Siempre coincidiamos en los lugares.

Cuando el tiempo avanzó comencé a notar un brillo diferente en sus ojos cuando me miraba, sus gestos amigables hacia mi, sus consejos, sus visitas frecuentes,en las fiestas me sacaba a bailar, sus invitaciones...
¡Todo cambió en él!

Por mi parte nunca me percaté, tan sólo creía que era un buen amigo al que le podía confiar mis pensamientos y secretos.

Pero un día, uno muy tarde empecé a sentir algo y,¿cómo es que un fantasma puede sentir?
Pues bien, cuando somos desenmascarados nuestro único armazón es tan sólo el corazón.

Pero a él lo estaba perdiendo, lo sentía hielo, y yo cada día más queriéndolo. ¿Por qué será que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde?

Después de eso todo se nubló ante mi, no había momento en el que no sollozara al verlo.... Verlo no más, porque hubo un cambio extraño, ya no me quería más y hasta me evitaba.

Oraba al Dios de los cielos para que me concediera de Ander al menos un saludo. No pedía más.

¡Mentira!

Pedí hasta casarme con él.
Buscaba maneras de acercarme a él por coincidencia o llamar su atención pero repentinamente sentí que me odiaba. ¿Qué hice yo para merecerme esto?¿Será que los fantasmas asustan?

Odiaba mi edad, según descubrí. Una mala lengua me contó que crujió de espanto al escuchar en cuántas primaveras iba yo, pues él es mucho mayor que yo.

¡Santo cielo!
Ahora lo amo.
Pensaba que él se alejó de mi para esperar el momento adecuado para pedir mi mano, pero nada, antes con más indiferencia me trataba.

Ya no era nada para él. Me lastimaba el hecho que ya no haría parte de su vida, y que por más que quisiera era imposible revertir el tiempo y amarlo desde el principio.

Aunque aprendí algo: se odia lo querido, tal como aquella canción del Ruiseñor de América. Lo único claro fue que si hubo algo por mi.

Desde ese momento comprendí que lo que debe estar en tu vida está sin rogar y que hay que esperar para encontrar las mejores cosas.

Nunca más volví a lamentarme por él, ni a esperar las migajas, la herida estaba cerrada.

Poco después partió y me enteré  que se unió en sagrado matrimonio, me sentí feliz por él.

Y bien, la lección que aprendí fue que los espectros sí asustan aunque ellos deciden a quien.

Incluso, hay muchos que los buscan deseándolos ver.

Diario de una chica fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora