✓ "Adiós..."

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Se habían despertado cuando los primeros rayos del sol penetraron en la habitación. Sin esperar un solo segundo e incapaces de aguantar, habían vuelto a hacer amor. Kagome se sonrojó recordando ese momento. Lo más bonito de todo fue como la miraba Inuyasha. Lo primero que vio nada más abrir sus ojos fue la mirada de adoración de Inuyasha y al hacerle el amor esa mañana Inuyasha había ido muy despacio y con delicadeza haciéndole sentir que tocaba el cielo. No se habían cubierto de ninguna forma, ni habían mostrado la más mínima timidez. Sólo hubo un único momento de tensión cuando Inuyasha sintió un calambre en la pierna herida pero nada preocupante. Para estar herido, estaba demostrando ser muy capaz de aguantar el dolor.

Estaban tumbados de lado, acariciándose cuando Inuyasha se vio obligado a romper la magia de esa maravillosa mañana.

- Tenemos que irnos de aquí... - murmuró Inuyasha.

- Pero aquí no estamos en peligro, ¿no?

Sus palabras la asustaron y él le dio un suave apretón para intentar calmarla.

- Eso no podemos saberlo- suspiró- además tengo que encontrar a Miroku y a los demás para llevarte a un lugar seguro.

- Miroku...

Inuyasha la miró inmediatamente cuando le escuchó pronunciar el nombre de su mejor amigo. No le había gustado nada oírla murmurar de esa manera su nombre. ¿Después de cómo habían hecho el amor por la noche y esa mañana ella seguía pensando en él?, ¿de verdad estaba colada por él?, ¿por qué hizo el amor con él, entonces?, ¿estaría imaginándose a Miroku mientras la acariciaba?

Gruñó furioso por el rumbo de sus pensamientos y se levantó del sofá bruscamente, sorprendiendo a Kagome por su mal humor. Cojeando por la herida se colocó el pantalón de chándal y se coló por la cabeza el niqui negro. Kagome se quedó mirándolo asombrado y con incertidumbre. ¿Qué demonios le pasaba?

Dejando de lado el pudor por estar desnuda mientras que él estaba vestido, gateó hasta el final del sofá y se puso de rodillas apoyándose contra la fuerte espalda de Inuyasha.

- ¿Qué te pasa? - murmuró- ¿he hecho algo mal?

Inuyasha respiró con hondamente para tranquilizarse y se dio la vuelta para mirarla. Se quedó pasmado mirando su rostro: los labios hinchados por los besos, la mirada penetrante, el cabello revuelto, las mejillas sonrojadas...

Ella era demasiado para él, a lo mejor si era bueno que se la quedara Miroku. Así tendría un hombre a su altura, un hombre que se la merecía y que la cuidaría bien. Frustrado se la apartó empujándola sobre el sofá y se dio media vuelta para ocuparse de las armas por si aún quedaba algún asesino.

Kagome apretó con fuerza la sábana delante de su pecho y permitió que algunas lágrimas surcaran su rostro avergonzado.

....

Ya eran las once de la mañana y habían salido a las nueve de la mansión. El bosque no podía ser tan grande como para tirarse dos horas andando. Tenía la sensación de que Inuyasha no tenía ni idea de a dónde iban y estaban dando vueltas en círculos.

Se llevó las manos al estómago cuando le volvió a gruñir por el hambre. No comía nada desde el día anterior a la hora del tés y no es que un té con un par de galletas se considere una comida en condiciones.

- ¿Tienes hambre? - le preguntó Inuyasha sin mirarla.

- ¿Tú qué crees?

- Que tienes tanta hambre como yo... - murmuró sin ganas- agárrame esto.

Kagome cogió el fusil que Inuyasha le tendía con desagrado y estuvo a punto de caerse por la impresión al cogerlo. No esperaba que se arma pesara tanto. ¿Cómo podía llevarlo tan fácilmente Inuyasha?, ¿de verdad era tan fácil? Cuando hacían el amor era tan delicado con ella que no podía ni imaginarse que su cuerpo en realidad albergara tanta fuerza. Se sonrojó al pensarlo mejor. Mientras hacían el amor se había fijado en los músculos tan maravillosamente masculinos que lucía su cuerpo. Probablemente se pasaría horas en el gimnasio.

 Secuestrame ✓ FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora