Capítulo 3 - "Vengan vestidos, por favor"

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Mientras le llamaba la atención a un niño que no habia desayunado, dandole un mini sermón sobre la importancia de la comida en los seres humanos bajo la mirada atenta de Bruno, quiero decir... el Dr. Hernández (o pesadilla andante de rulos y sonrisa perfecta) y la titular de pediatría.
Mas tarde, en la hora del almuerzo, salí de mis divagaciones en cuanto crucé la puerta de la cafetería, parecía sacada de una escuela secundaria, solo que los presentes en aquel lugar tenían por uniforme ambos celeste o azul marino, dependiendo su rango, batas blancas y estetoscopios colgando de sus cuellos o descansando en sus bolsillos acompañados de lapiceras y una linterna para examinar. Uno que otro hablando sobre cosas sin sentido.

Caminé con mi bandeja de comida por un instante hasta que una de mis compañeras agitó la mano llamando mi atención para que fuera a sentarme con ella y uno de nuestro grupo.

- Soy Florencia, pero podés decirme Flor -.

Me saludó sonriente aquella chica de lindo cabello negro que me había invitado a no comer sola.

- Gracias, Flor, yo soy...

- Sí, lo sé, Hannah, eres una especie de celebridad por aquí.

Apenada por su respuesta sonreí, batí un poco mi puente de papa con chícharos y sin ser muy obvia pregunte.

- ¿Por qué?-

Pregunté con la voz vacía de interés ya que todos en la mesa parecían saberlo y yo, que era objetivo, pasaba desapercibida del chisme. Así como un resfriado de fin de semana en primavera.

- Cómo que "¿Por qué?". Acaso no notas como te mira el doctor Hernández?

El resto de ocupantes asentía con su cabeza mientras me miraba y masticaban su comida.

-Si, con odio ¿con qué más?.-Dije restando importancia y probando, por fin, mi comida.- Me ha corregido como 7 veces hoy, y su entrecejo no se relajó en ningún momento.

-Pero admite que así se ve sexy

Dijo en suspiro, codeando mis costillas para verlo como en la otra mesa se le veía, despreocupado, con su cabello algo desaliñado, sonriendo mostrando 32 perfectos dientes y un par de hoyuelos que le daban un toque infantil a su rostro.

Unas gotas de agua me sacaron de mis divagaciones.

-Dra. Miller-. Bromeó Flor a la vez que alargaba la "i" en mi apellido.- te quedaste hipnotizada con el Dr. Hernández, y él contigo.

Volví por un instante mi vista a él y efectivamente, Me miraba. Hizo una mueca, que me provocó una leve sonrisa y siguió bromeando con sus colegas. Yo, por mi parte me dediqué a terminar mi almuerzo mientras compartía un que otra palabra con mis compañeros.

Después de un ligero y no muy agradable descanso, nos designaron para cubrir urgencias, ya que había ocurrido un accidente automovilístico que afectó varios vehículos. Me vestí con lo requerido y me acerqué a una camilla donde una mujer de más o menos el doble de mi edad, se encontraba desorientada pidiendo por alguien llamado "Charlie".
Hice una revisión de rutina y no encontré nada malo.

-Buenos días, Sra. Lancaster, soy el Dr. Hernández, veo que ya conoció a mi interna.

La mirada de Bruno se posó en mi para luego volver a la desorientada señora quien lo único que pronunció fue:

- ¿Charlie?

Ella lo miraba como una madre a su hijo.
Nuestras miradas se encontraron por unos segundos antes de percatarnos de que la señora había comenzado a tener convulsiones. Rápidamente, nos pusimos en acción, Bruno gritaba las órdenes mientras ponía de costado a la señora e intentaba que no se ahogue con su saliva quitándola con un succionador para ese fin.
Cuando las convulsiones cesaron, la llevamos a tomografía; en ese camino cruzamos una que otra mirada al igual que cuando acomodabamos a la señora en el tomógrafo, cuando llegamos al otro lado, estaba el jefe de cirugía.

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