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Nos vamos de viaje (***)
—No debes de estar celoso cuando sabes que estoy contigo, no soy una cualquiera. —me burlo.
Hace una mueva y cierra los ojos por un instante demostrando de que los celos de verdad son absurdos.
—Lo sé y lo siento, pero creo que mis celos son inevitables al tener una chica tan hermosa a mi lado y si soy consciente que eres perfecta para cualquier hombre, pero sólo quiero que lo seas para mí. Lo siento, eso sonó muy territorial.
Sonrío al escucharlo y vuelvo a besarlo, lo atraigo hacia mí para que entre y estiro un brazo para cerrar la puerta que está detrás de él. Seguimos besándonos y caminamos torpemente hacia mi cuarto. Le quito la camisa que lleva puesta y la dejo caer al suelo. Beso su cuello haciendo que el rumano dé un pequeño gruñido de satisfacción. Mis manos acarician su pecho hasta llegar a sus hombros.
—No necesito ser perfecta para nadie más, sólo para ti.
Lo veo sonreír algo sonrojado y la ternura que siento por este hombre crece por los cielos. Giramos y hago que Sebastian se siente sobre la cama. Me lo quedo viendo, adorando lo lindo que es y nuestras miradas se intensifican. Siento que el brillo de sus ojos contempla hasta el último rasgo de mi cara.
Me acerco con lentitud y me subo sobre él para volver a besarlo, saborearlo y deleitarme con su ser. El rumano acaricia delicadamente mis muslos y comienza a levantar mi vestido haciendo que gima en sus labios, termina de quitármelo y una mano se desliza por el interior de mis bragas y lleva sus dedos a mi intimidad haciendo que gima de nuevo. Muevo mi cabeza hacia atrás dándole entrada a mi cuello y él me besa sin dejar de mover sus dedos sobre mi sexo.
—Estas tan... —su voz suena ronca en mi cuello, luego me muerde suave.
—Sebastian —jadeo y sus besos junto con sus mordidas en mi piel no se detienen.
—Dime.
—Más —susurro en su oído y sus dedos danzan sobre mi intimidad logrando más velocidad y perdiéndome en el placer.
Muerdo su hombro al liberarme y siento que succiona el lóbulo de mi oreja. Me siento rendida ante él y me encanta. Lo observo a los ojos y mis manos viajan de su pecho desnudo llegando a rosar el bulto de su pantalón, noto que traga por mi acción y me acerco para plantar un beso suave en sus labios. Me bajo de él y me arrodillo en el suelo quedando entre sus piernas, una última mirada mía demuestra lo que quiero y sus labios se curvan en una leve sonrisa.
—¿Estás segura? —inquiere acariciando mi mejilla, asiento relamiendo mis labios y trago duro—. Bien.
Desabotono su pantalón y me ayuda a bajarlo, su boxer blanco muestra su abultada erección, lo acaricio sin dejar de verlo y luego lo libero apreciándolo con la mirada. Lo tomo y masajeo con cuidado y siendo suave me lo llevo a la boca.
