Una druida misteriosa

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Había pasado ya tres días desde que Kiki y Seiya habían salido del Santuario. Aun estaban preocupados por Kyoto. Según lo que les había dicho Kazumi, era de vital importancia encontrar a la santa lo mas rápido posible, ya que de lo contrario perdería la vida.

Durante el camino, se toparon con una ciudad que había sido víctima del ejercito de Saturno. El silencio se había apoderado totalmente de ella y parecía como si hubiese perdido la calidez y alegría que la caracterizaban. Las personas que antes vivían en ella, ahora se encontraban atrapadas, en un encierro que ni ellas mismas habrían pedido. Era realmente frustrante. Observar como se había ido lo que tanto habían jurado proteger, les había dejado un mal sabor de boca.

- Increíble… - Kiki se había quedado sin palabras.

- Será mejor que nos demos prisa en encontrar a Kyoto - dijo Seiya preocupado - A este paso ella podría estar… - el suelo comenzó a temblar súbitamente. Una explosión al otro lado de la ciudad captó la atención de los dos santos de acción.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Kiki.

- No lo sé - respondió Seiya sorprendido - Será mejor que vaya a investigar - el santo comenzó a correr en dirección al lugar de la explosión sin pensarlo dos veces, impulsado por el miedo de saber si era Kyoto la que había creado aquel caos.

- ¡Oye, espera! - gritó Kiki mientras empezaba a correr detrás de él.

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A lo lejos, una joven de cabello rosa se encontraba luchando contra dos saturnianos de segundo rango; Lyubina y Zoran. Portaba en su mano derecha un báculo dorado. En la punta de este, se alzaba con elegancia la figura de un loto en pleno florecimiento, tallada en finos cristales púrpuras y rosas. Se encontraba encerrado dentro de un aro dorado, que mantenía la figura protegida y segura. Alrededor de la circunferencia, varios anillos sujetaban con fuerza seis cristales transparentes en forma de gota de agua.

Su traje no era del todo diferente al báculo. Vestía un kimono corto color rojo cereza, que combinaba a la perfección con su cabello y piel pálida. Adornado con flores de cerezo, la prenda iba acompañada también por una faja atada a su cintura, en la que la joven probablemente guardaba sus armas.

La cicatriz que tenía en uno de sus afilados ojos verdes, junto con su mirada fría, le daban el aire de un asesino en serie.

- Vaya, ¿pero que tenemos aquí? - preguntó con curiosidad Lyubina - ¿Una druida astral? ¡Que sorpresa! Nunca creí que vería una en estos rumbos… Y menos a la sucesora de Hán Shaoyu.

La joven druida solo afiló más su mirada en respuesta a las palabras de su enemiga. Por más que tratara de intimidarla, no iba a caer en su juego. Aunque utilizaran a su madre como arma, ella no se daría por vencida.

- Hermana - llamó Zoran desde el otro lado del campo de batalla - Acabemos con ella de una vez.

- Estoy de acuerdo - dijo con una sonrisa en el rostro.

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Seiya y Kiki aun no habían llegado al lugar del combate cuando otra explosión se produjo justo a unos metros frente a ellos.

- Otra vez este cosmos - pensó para si mismo Seiya. Anteriormente, había detectado un tipo de cosmo energía diferente de las que conocía tanto dentro como fuera del Santuario. Era cálida y equilibrada al mismo tiempo. En comparación a la de un caballero dorado, aquella cosmo energía era muy poderosa - Me pregunto a quien le pertenecerá.

Saint Seiya Omega: El legado de SayakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora