Capítulo 11. El Robo

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«¿Cómo llegué a esto?» era la pregunta que más rondaba en mi mente, aun cuando sabía la respuesta, sentía que era necesario replantearme mi toma de decisiones en el futuro. «Hasta que llegó el día en el que te diste cuenta» reconoció mi conciencia.

Parpadeé, saliendo de mi ensoñación y me vi una vez más en el espejo retrovisor de la combi. Veía a una chica de aspecto cansado con la piel tostada, los ojos castaños y el cabello castaño. Sabía que esa chica era yo pero aún no lograba encontrarme. ¿Y por qué me había teñido el cabello y usaba lentes? Porque mi padre me estaba buscando, y mi foto podía estar circulando en cualquier parte de Europa.

Tras evaluarme, me sonreí a mí misma para darme ánimos y decidí que era mejor enfocarse en lo importante. ¿Y eso qué era? Si, en el robo. El día había llegado y estaba inquieta, nerviosa y muerta de miedo, incluso cuando me encontraba a kilómetros de donde se llevaba a cabo la acción.

— Hay algo que no entiendo —comenté de pronto—. Cuando ustedes dijeron que había que esperar a la fiesta, yo supuse que el robo se haría durante la fiesta, no antes —dije, girándome hacia el fondo de la combi para ver a Drake rodeado de computadoras y aparatos. Él me miró de soslayo, un tanto dubitativo.

— ¿Y qué es lo que no entiendes? —me preguntó con curiosidad, alcanzándome unos auriculares para que pudiera estar al tanto de todo.

— ¿Qué mierda tenían en la cabeza cuando decidieron hacer un robo en plena luz del día? —pregunté exasperada y aterrada; mi voz se volvió un chillido histérico. Me rodeaba un sentimiento parecido a rendir un examen final, aunque esto era más peligroso... e ilegal.

Drake se rió divertido, algo que no me causó ni un poco de gracia, y me animó a acércame a él para observar las pantallas. Desde allí se podían ver imágenes de la zona de la residencia, e incluso de las cámaras en el interior de la casa. El grado de control que tenía él sobre la red de seguridad y vigilancia, me sorprendía y estaba a punto de comenzar a llamarlo Gran Hermano.

— Laertes está en un viaje de negocios y va a llegar a la fiesta solo unos minutos antes —comenzó a explicarme—, las únicas personas que están ahora, son los asistentes de él, las personas que se encargaran de la fiesta y parte de su seguridad.

— Pero ¿no es ahora el momento más peligroso? ¿Cuándo la seguridad está trabajando con mayor énfasis? —pregunté, aunque era medio tarde para replantearme todas estas cosas. Eso me pasaba por no prestar atención a lo que era importante en el momento preciso.

Me pareció oír a mi conciencia suspirar derrotada, en estado moribundo.

— Me duele que desconfíes de nuestras habilidades, ¿te crees que somos los más buscados por nada? —inquirió, afinando sus grises ojos. Yo ladeé mi cabeza y reevalué la situación.

— ¿Cuál es la recompensa por encontrarlos? Quizás me convenga más —murmuré burlonamente, él meneó la cabeza fingiendo sentirse dolido.

— B está todo despejado, ¿lograste acceder? —inquirió, Drake, observando cuidadosamente las pantallas. Cuanto más tardaban en responder, mis nervios más me descomponían y ni siquiera la música de fondo podía distraerme.

— Sí —respondió Bautista, trayendo tranquilidad, aunque duró poco... su figura comenzó a ser visible a través de una de las cámaras. Él vestía completamente de negro, usando una gorra y guantes; haciéndose pasar por alguien de la limpieza. Tras su espalda, llevaba guardada la pintura que yo había hecho y que planeaba reemplazar por la original.

Él caminaba con tranquilidad, como si fuese algo simple lo que estaba haciendo. Avanzó rápidamente mientras Drake se hacía cargo de las cámaras, hasta que llegó a la galería donde Laertes guardaba la pintura. Recorrió la habitación rápidamente, deteniéndose frente a una escultura y le dio un vistazo a la cámara de seguridad, como si intentara ver a través de ella a Drake.

Crónicas de una estafadora II |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora