❄ Capítulo 2: una atormentada noche.

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Anthony parecía trotar en medio de la nevada, se alejaba con prisa del lugar mientras que a cada instante volteaba hacia atrás, tenía la sensación de que el hombre se daría cuenta de que su presupuesto estaba incompleto, que enseguida asumiría que le habían robado y junto a su amigo llamaría a la policía. Esto hizo que tropezara con más de una persona, pero seguía su camino apresurado sin disculparse con nadie, quería alejarse cuanto antes posible.

Ya estaba lo suficientemente retirado cuando se detuvo a tomar aire. La vista era preciosa, la ciudad cubierta de nieve era un paisaje digno de admirar, pero nadie parecía detenerse a observar nada, todos se creían estar demasiado apresurados como para malgastar el tiempo observando las calles que transitaban todos los días. Anthony no era la excepción, él era el que menos disfrutaba el panorama. Con las manos en las rodillas, trataba de recuperar el aliento, ejercitarse después de comer le había causado malestar. Se enderezó y respiró profundo con mucha fuerza, como para agarrar impulso y seguir adelante. Al hacerlo, percibió un olor particular, un perfume, un perfume que él conocía, olía a flores y vainilla. Desconcertado, buscó con la mirada, la vida parecía tener intensiones de torturarlo, como si él fuera de hierro y pudiera resistir más de lo que ya debía soportar. Casi enseguida Anthony sintió como Anna pasó a su lado, lo había rozado con su chaqueta, había sido un leve toque, tan insignificante que ella no se había disculpado por haber casi tropezado con él.

—No puede ser —murmuró— ¿Anna?

No supo por qué lo preguntó, sabía que era ella, la reconocería a distancia en donde fuera. La observó durante lo que consideró ser dos segundo, sintió que fue demasiado rápido, vio como ella se dio la vuelta con esa sonrisa en los labios que la hacía ver siempre tan encantadora, se veía hermosa con ropa de invierno y más aún con copos de nieve en su largo cabello. Anthony sintió que su corazón dio un brinco y no pudo resistir el impulso de correr hacia ella, no pensó en que le diría, solo corrió la corta distancia que había entre ambos.

—¡Anna, espérame! ¡Me vas a hacer caer! —escuchó a sus espaldas.

Anthony frenó en el acto, casi al instante un hombre lo repasó con prisa, no tenía que preguntarse quién era, lo sabía muy bien.

—¡Apresúrate! —contestó la pelirroja con una carcajada.

Entre la muchedumbre, Anthony podo ver como Alexander la alcanzaba justo al llegar a la acera y la abrazaba por la cintura, la giraba con suavidad y le daba un beso para luego decirle algo al oído mientras ella sonreía. La impotencia y el dolor fueron demasiados, sabía que estaban juntos, pero verlos frente a sus ojos era más doloroso de lo que hubiera imaginado. No pudo seguir caminando, se quedó paralizado un instante hasta que las bocinas de los autos, manejados por irritantes conductores, comenzaron a sonar con desesperación e hicieron que se diera cuenta de que el semáforo estaba en verde. Sin avergonzarse por estar de pie en medio de la calle, continuó su camino esquivando los autos, hasta pasar desapercibido cubriendo su rostro con ambas manos junto a Alexander y Anna que seguían muy acaramelados.

Con el corazón apretado en el pecho, siguió caminando un largo rato sin detenerse hasta llegar al edificio donde vivía. Cuando llegó a la entrada de la construcción, abrió enseguida con las llaves que había buscado casi una cuadra más atrás.

Vivía en el penúltimo piso. Apenas estaba a punto de terminar de subir el primero, cuando se encontró de frente con alguien a quien temía. Un hombre de aspecto amenazador, de gran tamaño, piel oscura y muy largo cabello descuidado, que, acompañado de un bigote más desaliñado que su cabellera, desprendía un intenso olor a tabaco y a cerveza. Era el dueño del edificio.

—¿Saliste a dar un paseo? —examinó interponiéndose en su camino.

—Sí —respondió Anthony que trataba en vano de continuar subiendo las oscuras escaleras.

El invierno del Ángel  © [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora