Los próximos días fueron para Anthony un poco difíciles, tuvo que hablar con el médico en privado y con unas cuantas enfermeras, para explicarles que Olivia, tampoco podía saber nada de que ellos eran pareja. El doctor Mario tuvo problemas con eso, al principio se negó en participar en ese teatro, pero terminó por ceder, al parecer Anthony tenía cierta habilidad de convencer a las personas con su mirada, además, aseguró que no debía de mentir en ningún momento, solo no hablar del asunto. Ahora, por otra parte, a las enfermeras fue muy fácil convencerlas, mejor dicho, no hubo necesidad de persuadirlas de nada puesto que encontraban muy romántico el hecho de que un hombre muy pobre y encantador, estuviera enamorado de una mujer, hermosa, de clase alta y viceversa. Ahora, como le había dicho a Olivia, él no sabía si Sarah o sus padres tenían dinero, eso lo habían inventado las mujeres de traje blanco, pero decidió seguir el juego también, lo único que le importaba era que, gracias a esa mentira, pudo ver a Sarah horas después del accidente. A veces le parecía increíble lo fácil que había sido convencer a estas damas, ignoraba que todas suspiraban por el cada vez que le daba la espalda a una.
A Anthony lo único que le importaba era estar con Sarah y cada hora que pasaba a su lado le llenaba el corazón de felicidad. En sus charlas había aprendido varias cosas sobre ella, pronto se enteró de que había nacido en California y que era hija única, después de que sus padres estuvieran años intentando concebir, su madre logró tenerla en sus avanzados cuarenta y cuatro años, mientras que su padre ya estaba a punto de pisar los cincuenta. Como es de suponerse, Sarah fue una niña muy consentida y mimada, pero sus padres se las arreglaron para que, a pesar de esto, fuera fuerte y decidida, virtudes que constantemente le expresaban. Anthony aprendió algunos de los gustos de Sarah, como su color preferido, que resultó ser el rojo, y también pudo escuchar un par de anécdotas de la universidad a la cual asistió, por alguna razón se distrajo un momento y no comprendió por qué ella decidió compartir esas historias, pero de igual manera escuchó encantado el resto. Anthony quería saber muchas cosas sobre ella, quería preguntarle sobre su empleo, si vivía sola, o si tenía alguna mascota, trataba de contener su curiosidad, puesto que suponía que debería de ser muy extraño para ella hablar mucho de su vida a un completo extraño que no podía ni ver, pero se contentaba con escucharla, de todos modos, no era muy difícil hacerla hablar, bastaba mencionar algo y ella parecía asociar eso con alguna situación de su pasado. Todo lo contrario a él que apenas si decía algunas cosas, trataba de responder las preguntas de Sarah referentes a su vida personal, de la manera más breve y amable posible.
A medida que transcurrían los días en el gran hospital, Anthony sentía aún que necesitaba estar con esta hermosa mujer todo el tiempo, cada vez que se alejaba de ella, el sentimiento de agonía volvía, no había cambiado nada desde el momento en que la vio en el puente, incluso podría decirse que el sentimiento era más grande, más potente, más fuerte. A veces lo encontraba desesperante, le temblaban las piernas cuando estaba a su lado, la voz no le salía igual, sudaba a pesar de que no hacía calor, se le quitaban las ganas de comer, pensaba en Sarah todo el tiempo, no podía controlarlo. Si algo bueno se puede sacar de todo esto, es que por lo visto Anna había dejado de ocupar un lugar en su mente y corazón. Anthony trataba de hacer un sobreesfuerzo en controlarse y cuando no estaba con ella, se dedicaba a pensar en que hacer respecto a esta situación que lo volvía loco.
Una mañana pensó en la posibilidad de confesarle que él era quien estaba en el puente, echarse la culpa de todo, contarle por lo que había pasado, explicarle su situación como nuevo humano, rogar por su perdón y agradecerle por haberle salvado la vida, pero después pensaba ¿qué ganaría con ello? Lo único sería que sentiría un alivio al dejar de ocultarle la verdad, pero a un alto costo. La primera parte de la confesión, en donde explicaba que era un Ángel, no la creería, y mostrar las horribles cicatrices en su espalda agregaría un trauma más a su delicada condición. La segunda parte de la revelación, si es que lograba llegar a ese punto, en donde le contaría como ella salvó su vida, no haría ninguna diferencia, al contrario, lo odiaría, sacrificarse por un completo desconocido, es algo que no muchos están dispuestos a hacer.
ESTÁS LEYENDO
El invierno del Ángel © [DISPONIBLE EN AMAZON]
Ficción GeneralCuando estar vivo se transforma en una pesadilla y el corazón no puede soportar más dolor, el protagonista de esta historia se plantea cómo salir adelante. Sin embargo, llega un momento en que siente que le es imposible continuar. Todo cambia una so...