Un hombre con ropa de invierno muy desgastada y oscura se acercó tambaleándose hacia Anthony, sostenía uno de sus brazos con la mano opuesta, su ropa tenía sangre en varios lugares, se detuvo un instante como haciendo un esfuerzo para mantenerse de pie y continuó.
—¡Mi compañero... está herido!, ¡¿tienes un... teléfono?!
—¡Ya llamé a emergencias! —le contestó Anthony—, ya vienen en camino.
—¡Dios mío! ¿Está muerta? —preguntó acercándose a mirarla con cuidado, entre todo el malestar que cargaba, por la reciente colisión, se le notaba muy asustado.
—Todavía respira —respondió Anthony esperanzado mientras se arrodillaba para observarla de nuevo.
—¡Maldición!, ¿qué demonios... hacía ese... auto allí detenido? —cuestionó el hombre, era muy joven, fácilmente podría pasar por menor de edad, se dejó caer sobre la nieve sin mucho cuidado.
—No..., no lo sé —respondió Anthony intranquilo.
«Se detuvo por mí», dijo para sus adentros, y cerró sus ojos con fuerza como si estuviera concentrándose lo suficiente como para retroceder el tiempo y cambiar la realidad de lo que acababa de ocurrir.
—¡Maldita sea!, ¡maldita sea!, ¡maldición! —repetía una y otra vez la persona y se llevó ambas manos a su cabeza.
—¿Tú estás bien? —se atrevió a preguntar Anthony observando con detenimiento la sangre que impregnaba una de las mangas de su chaqueta.
—Un poco aturdido, y con un brazo roto, pero bien —aseguró.
—¿Qué le ha ocurrido a tu amigo?
—Está inconsciente y tiene un golpe en la cabeza —respondió girando su rostro para mirar hacia el camión.
—¿Tenía puesto el cinturón de seguridad? —preguntó Anthony.
El joven respondió avergonzado con una negativa.
Anthony dirigió su mirada hacía el camión y luego volvió a ver a la mujer que permanecía inmóvil. Al pensar en el compañero del muchacho a su lado, miró rápidamente hacia el auto rojo y se le ocurrió que tal vez podría haber alguien más adentro, quizás algún niño en el asiento trasero. De inmediato fue a investigar.
Aliviado de no encontrar a nadie más, tomó una cartera que estaba sobre el asiento del copiloto y regresó a vigilar el cuerpo indefenso.
Todo parecía suceder de una manera anormal, como si alguien acelerara el tiempo a la vez que las escenas ocurrían en cámara lenta, era muy extraño, y consideraba que la ayuda tardaba en llegar.
Al fin se escucharon las sirenas. Con velocidad, una de las ambulancias se estacionó al lado del vehículo rojo y dos paramédicos bajaron con prisa, llevaban con ellos una camilla y otros equipos.
—¡Aquí! —gritó Anthony al tiempo que hacía señas con los brazos para llamar su atención.
—¡¿Hay alguien más en el auto?!
—¡No! —respondió de inmediato—, pero hay un muchacho...
— ¡Mi compañero está herido!, ¡por favor, allá..., en el camión! —suplicó el joven que había logrado, a pesar del brazo lastimado y la contusión, ponerse de pie movido por la adrenalina del momento.
—¡La otra ambulancia venía detrás de nosotros!, ¡no debe tardar en llegar, junto con el camión de bomberos!
Anthony tomó su abrigo para ponérselo, no sabía cómo había podido soportar tanto rato sin él. Se hizo a un lado cuando escuchó que una voz le preguntaba.

ESTÁS LEYENDO
El invierno del Ángel © [DISPONIBLE EN AMAZON]
Ficção GeralCuando estar vivo se transforma en una pesadilla y el corazón no puede soportar más dolor, el protagonista de esta historia se plantea cómo salir adelante. Sin embargo, llega un momento en que siente que le es imposible continuar. Todo cambia una so...