❄ Capítulo 7: el encuentro.

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Anthony entró a la habitación y el escenario no podía ser más triste, sintió que no iba a poder controlar sus lágrimas, apenas conocía a esta mujer, pero su alma se desgarraba al verla en ese estado. El ensordecedor silencio de la habitación y la poca luz adornaban el ambiente con suma tristeza. Anthony no pudo resistirlo, sus ojos se llenaron de lágrimas al tiempo que se acercaba a ella dando pasos tan lentos, que tardó casi un minuto en detenerse a su lado. Colocó todas las cosas en un pequeño sofá que había junto a la cama, se dio la vuelta de nuevo para observar a Sarah y con extremo cuidado, tomó su mano.

—Lo siento, esto ha sido mi culpa —dijo en voz baja, no temía despertarla, era solo que no le salía suficiente voz.

La mujer frente a él se veía débil, era uno de esos momentos en donde se puede apreciar lo frágil que es el ser humano. Anthony se secó las lágrimas con la manga de su abrigo y comenzó a observarla con detalle, en su frente se podía ver un gran moretón, en sus ojos tenía unas grandes gasas que los cubrían con totalidad y llevaba puesto un collarín. Sobre su mano izquierda tenía una sonda por donde le administraban el suero y de seguro una gran cantidad de medicamentos.

Anthony se preguntó cuánto tiempo faltaba para que despertara, se preocupaba al tratar de adivinar como sería su reacción al darse cuenta de que no podía ver. Por otro lado, estaba desesperado por hablar con ella, al mismo tiempo temía decirle la verdad. «Al menos ahora parece tranquila» decía él para sus adentros mientras observaba que la respiración de Sarah era normal.

Decidió esperar, hizo un espacio en el sofá y se acomodó. Sacó de nuevo el teléfono y trató de pensar en lo que debía de hacer.

—Desearía que despertaras, tus padres están preocupados por ti —dijo en voz alta al ver de nuevo la cantidad de llamadas perdidas.

El tiempo transcurría y Sarah no despertaba. Anthony se dedicó a ver todas las fotos que había en su teléfono para saber más de ella. Sin dificultad llegó a la conclusión de que Tom era su pareja, y sintió unos inexplicables celos al ver esas imágenes.

Ya había amanecido y Anthony se dedicaba a ver por la ventana el congelado paisaje. Hace unas horas juraba que no iba a ver el amanecer.

—¡¿Qué ocurre?! —murmuró una voz intranquila—¡¿Qué está pasando!?

Sobresaltado, Anthony abandonó la ventana y se dirigió hasta la cama.

—Tranquila —le dijo en voz suave.

—¿Quién eres? ¿Qué ocurre? —preguntó, hablaba con mucha dificultad— ¡¿Qué tengo en mi cuello?! ¿Por qué no puedo ver nada? ¡Quítame esto de los ojos ahora mismo! —exigió con voz débil.

—No puedo, no te muevas —pidió Anthony, al parecer ella tenía dificultades para moverse, pero se lo pidió para que no hiciera fuerzas innecesarias.

—¿Quién eres tú? ¿qué ha ocurrido? —preguntó mientras que intentaba llevarse las manos a los ojos.

—No hables, llamaré al doctor —pidió Anthony e intentó bajar sus manos con delicadeza.

—¡¿Doctor?! —exclamó incómoda y rechazando el contacto de un extraño—¿Por qué me duele todo el cuerpo? —se quejó.

Anthony salió precipitado de la habitación, no sin antes pedirle de nuevo que no se moviera.

Corrió unos pocos pasos hasta que se encontró con una enfermera.

—¡Disculpe!, ¡¿puede llamar al doctor Mario?! La paciente del B-38 ha despertado, está muy asustada.

—Enseguida, señor —respondió la mujer y apuró el paso.

Anthony volvió a entrar a la habitación.

El invierno del Ángel  © [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora