❄ Capítulo 33: el valor de Anthony.

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Anthony, quien se había colocado la bufanda roja y había colocado la negra dentro de la caja, había recibido por parte de Sarah una invitación a subir al apartamento de ella para charlar un rato más.

—¿Seguro que no tienes planes? —preguntó Sarah al abrir la puerta.

—Seguro, de aquí iba a irme a mi apartamento a dormir, porque ya cené —respondió con voz divertida.

—Me he divertido mucho esta noche —dijo mientras acomodaba unos cojines en el sofá y le indicaba a Anthony que tomara asiento.

—No hicimos nada que...

—Lo sé, lo sé, es solo el hecho de poder volver a ver —suspiró—, por ratos se siente como si fuera la primera vez, incluso mirar la nieve se siente extraño, puedo ver todo, incluso puedo verte a ti —dijo ella al sentarse a su lado.

Anthony miró a Sarah con detenimiento, ella le devolvió la mirada y sonrió.

—Voy a... voy a quitarte esto un momento, quiero verte —explicó y justo después le quitó las gafas y las colocó sobre la mesa que estaba enfrente—. Hola —dijo en voz baja.

—Hola —respondió ella.

—Estoy muy feliz por ti, estaba ansioso, durante mucho tiempo temí que no pudieras volver a ver.

—Gracias por preocuparte tanto por mí, eres una persona extraordinaria Anthony, ¿te lo han dicho? Te quedaste a mi lado cuando no tenía a nadie, no sé cómo habrían sido las primeras horas del accidente si no hubieras estado a mi lado, me ayudaste a calmarme.

—Te veías tan indefensa aquella noche, tenías un golpe aquí —dijo tocando su frente con suavidad—, y esta mano lastimada también —explicó tomándola con ternura—, ahora estás aquí y tus ojos son más hermosos de lo que hubiera podido imaginar.

Sarah pareció intimidarse un poco, sonrió con nerviosismo y se puso de pie con rapidez.

—Bueno, quisiera seguir celebrando, pero creo que no tengo nada para ofrecerte.

—Está bien, creo que comimos suficiente —opinó.

—Lo sé, pero, déjame ver que encuentro, creo que sobraron unas galletas que compré —dijo y comenzó a revisar la cocina— ¡No las veo en ninguna parte! —añadió en voz alta, su voz sonaba frustrada—. Tengo que ir a hacer unas compras. Olivia y yo compramos unas cuantas cosas, pero veo que falta mucho.

—Sí, hemos pedido mucha comida a domicilio —dijo Anthony en un tono divertido—. No sé cocinar muy bien.

—Puedo enseñarte a preparar unos platillos si quieres, pero tendrá que ser otro día —sugirió— ¿Qué quieres hacer? —preguntó dirigiéndole la mirada.

—Lo que tú quieras.

—Oh, vamos. No quiero aburrirte —dijo Sarah.

—Es imposible aburrirse contigo —aseguró Anthony y comenzó a ponerse nervioso.

Sarah sonrió complacida, pero no duró mucho, desvió la mirada y continuó revisando la cocina.

—Vaya, esto servirá —dijo con alegría— Mira lo que encontré. Olvidé que lo había comprado, no lo he abierto todavía.

Anthony se paralizó al ver que era una botella de vino y Sarah no tardó en notar su expresión.

—¿Qué ocurre? ¿No te gusta? —preguntó ella.

—No, no es eso. Te vas a reír.

—¿Qué?

—Nunca he probado un vino.

El invierno del Ángel  © [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora