El Operador

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Desperté en esa misma habitación. Los rayos de sol atravesaban suavemente las cortinas de la cama en la que estaba y tocaban mi piel. La temperatura era agradable. Ni frío ni calor. Y sorprendentemente, me sentía muy bien. Me quité la sábana del cuerpo y aparté la cortina para salir de la cama. Pero antes de hacerlo, pase mi mano por mi cuello. Sentía... pequeños puntos... Como si mi hubieran picado unas cuantas avispas. Tres para ser más exacta. Fue entonces que vinieron a mi los recuerdos de la noche anterior. Inmediatamente los deseché. Me di vuelta para levantarme, aparte las cortinas y me senté en el borde de la cama. Gracias a la luz del sol, podía ver con más detenimiento la habitación. Vi en las paredes unas repisas. Eso lo había visto la noche anterior, pero lo que me sorprendió era lo que estaban exhibiendo esas repisas. Eran gatos, pequeños perros —cachorros en su mayoría—, y aves. Todos disecados.

Al principio no creía que fueran reales. Así que me levanté de la cama y clavé la mirada en uno de los animales. Un Bull Terrier con el pelaje totalmente blanco a excepción de las manchas de pelaje negro que tenía alrededor de los ojos... O dónde deberían estar sus ojos. No aparte la mirada de esas cuencas vacías en todo el corto camino hasta la repisa. Cuando llegué, tuve algo de temor de tocarlo, pero después de sacudir mi mano para que dejara de temblar, le acaricie la cabeza. El pelaje... Si era real. Eso me intrigaba a la vez que me aterraba. Volví a ver a los demás animales y me dí cuenta de otra cosa que tenían en común; todos ellos tenían una herida en la cabeza. De pronto, escuché una voz detrás de mí.

— Te gusta tocar animales muertos? —me pregunta Natalie—Y pensaba que yo era la de los gustos raros.

Me volteo lentamente y la veo con la misma vestimenta del día anterior. Después de 3 segundos de silencio le respondo.

— No! Es sólo que... Se ven tan reales que...

— Lo son —responde inmediatamente.

Quedé pasmada.

— Si... A veces salgo a caminar y si encuentro algún animal vagando solo, le lanzo una roca justo en la cabeza. Tengo una muy buena puntería —eso explica porque todos tenían el mismo tipo de herida en la cabeza—. Y nunca he fallado un lanzamiento —sonrió.

— Te dejan salir? —pregunté intrigada.

— El amo? Sí! Lo hace.

— Y... Porque no has escapado de este lugar?

— Escapar? Porque querría hacerlo?

— Bueno... No es tu hogar... Y... Emm... —no sabía porque me estaba quedando sin cosas que decir.

— No me siento mal aquí. Tengo personas que me quieren —me dí cuenta de que Natalie estaba fuera de sí. No actuaba de esta manera la noche anterior.

— Pero... Estás encerrada. Y... él... te hace daño! —no podía dejar de sentirme extraña por la mirada de confusión que me lanzaba Natalie— Les hace daño a todos aquí.

— Aquí todos se sienten bien. Creo que ya sé cuál es tu problema! No crees que nosotros nos sentimos a gusto en este lugar.

— ... —ya no tenía literalmente nada que decir.

— Te tendré que dar un recorrido. De todos modos eres nueva aquí —le dio una mirada al gran reloj que estaba a un lado de la repisa con los animales disecados; 7:27 AM—. Solemos desayunar a las ocho, aún tenemos unos minutos. Entra al baño a hacer lo que vayas a hacer, y yo iré a buscar algo lindo para ti —caminó rápidamente hacia la puerta del gigantesco (al menos para mí) guardarropa. Se dio vuelta para verme— Ve! Ve! —me decía señalando una puerta que me imagino sería el baño. Abrí la puerta y entré.

La Marioneta [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora