Hogar, dulce hogar

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Eres capaz de matar si sientes ira. Pero... ¿Serás capaz de matar alguien sin ella? 

Esa pregunta estuvo dando vueltas por mi cabeza una y otra vez mientras estaba acostada en la cama de mi habitación. Me giré y mi mirada se cruzó con los animales disecados de Natalie. Me levanté de golpe y fui a la terraza. Aún quedaban un par de horas de luz.

— Oye Natalie...

— Si, hermana? —me respondió Natalie, quien estaba acostada en el suelo por quien sabe qué razón.

— Robert... Te deja salir de vez en cuando, cierto?

— Si. Me deja salir a pasear cuando estoy aburrida.

— Te sientes aburrida ahora? —le pregunté con intriga.

— Un poco —se levantó entonces del suelo— Porque? En que estás pensando?

— Pues... Pensaba que tal vez podrías llevarme de paseo un rato.

— Mmm... Está bien! —respondió con una sonrisa.

Después de eso entró al armario y salió con una mochila grande.

— Crees que puedas llevarla? —me preguntó.

— Seguro —le respondí y tomé la mochila— Que llevas aquí?

— Ah... Unas cosas que podríamos necesitar —me dijo mientras cerraba el armario.

— De acuerdo... —entonces caminé hacía la puerta.

— Espera! Si vamos a salir, tendrás que no usar eso —dijo señalando mi vestido.

Dudé por un momento mientras Natalie me hacía señas para que fuera al armario.

Respiré profundamente.

— Está bien —coloqué la mochila sobre una de las mesas y entré al armario.

No me tardé mucho haciendo la búsqueda de algo que combinara con algo. Simplemente quería algo cómodo. Después de colocarme casi todas las prendas de ropa que necesitaba. Busqué un par de zapatos. Habían muchos de muchos estilos y diseños diferentes. Por un momento recordé los zapatos de Natalie. Dos zapatos diferentes el uno del otro que por alguna razón, se veía bien. Intenté replicar eso. Escogí dos zapatos de diferentes pares de manera aleatoria y me los coloqué. Cuando me miré en uno de los varios espejos del armario, me di cuenta de que no me gustaba ese estilo de vestir. Me quité los zapatos y me coloqué otros. Esta vez, eran unos que yo consideraba deportivos y resistentes. Cuando terminé de atar los cordones, giré la mirada hacía la vitrina con joyas que estaba en el fondo de la habitación. Me le quedé viendo un rato, me levanté y comencé acercarme a ella. Pero después de dos pasos, sentí un fuerte escalofrío seguido de una fuerza invisible que me impedía dar otro paso hacía adelante. Eso era algo muy extraño. ¿Que tendrán de especiales esas joyas?  me pregunté.

Ya afuera de la habitación...

— Tenemos un gran bosque alrededor nuestro —me decía Natalie mientras cerraba la puerta de nuestra habitación— Aún no me permiten ir más allá de él. Sin embargo, en el bosque pueden haber cosas interesantes.

— Bien.

— Oye Sam! —gritó Natalie.

Pasaron unos segundos de silencio antes de que alguien respondiera.

— Que quieres, niña? —respondió Sam.

— Llevaré a Kate a dar un paseo al bosque. Dile eso al amo si te pregunta en dónde estamos.

La Marioneta [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora