Abrió los ojos y sintió el frío del metal penetrar sus huesos. Estaba mareada, pensó que vomitaría, pero sólo fueron arcadas. Se sentó sobre la mesada, sus pies estaban atados. Se liberó.
Cuando se puso de pie notó dos cuerpos tumbados no muy lejos de la entrada del cuarto, un guardia y otra persona. Al acercarse, vio que se trataba de una mujer, tenía el pelo corto, como si se lo hubiesen cortado contra su voluntad, y una bata hospitalaria blanca, manchada con sangre producto de una herida en el estómago.
Entonces, la mujer expelió sangre por la boca, y Andrea se dio cuenta de que estaba con vida.
—No te muevas, iré por ayuda —dijo la campista, preocupada.
—Esto es el infierno —replicó la otra, mientras colocaba en la mano de Andrea un revólver—, nadie puede ayudarme.
—¿En dónde estamos?
—No lo sé, pero debes encontrar una salida, por las dos, que mi muerte no sea en vano.
—¿Tú me quitaste los amarres de las manos? —preguntó Andrea.
—Sí, pero me sorprendió este, aunque no se lo dejé fácil.
Andrea observó al guardia, no se había percatado, hasta ahora, de que tenía un disparo en la frente. A los pies del sujeto, la puerta estaba apenas abierta.
Volteó para hablarle a la mujer, pero se encontró con su mirada vacía. Estaba muerta.
—Tú... —dijo, de pronto, una voz a su espalda.
Andrea tomó con fuerzas el revolver antes de voltearse.
Continúa...
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La hora del terror 2
RandomSegunda edición del desafío que pondrá a prueba tu lado más siniestro. ¿Eres capaz de sobrevivir a la hora del terror?