Etapa final: V

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El corazón de Nina pareció salírsele en el mismo instante en que notó sangre correr por su brazo. No podía ver nada, estaba perdida en algún rincón de la cueva oscura, sin sus cosas. En la lejanía se oían gritos, disparos y otros sonidos que no pudo identificar.

De pronto, pasos. Se tapó la boca para contener un grito. Luego, silencio otra vez. Cuando todo parecía tranquilo, una mano se posó sobre su hombro y, acto seguido, otra cubrió su boca. Fue arrastrada unos metros, en medio de la oscuridad, estaba convencida de que moriría allí, perdida en las profundidades de la nada misma, en manos de alguien a quien ni siquiera podía ver.

Una luz se encendió y a su oído una voz la tranquilizó:

—Nina, no grites, soy J-03, cualquier sonido podría significar nuestro final aquí dentro.

—Tengo mucho miedo, por favor no me dejes sola.

—No lo haré, necesitamos llegar a la cámara de armas, intenté rastrear a tus compañeros, pero sólo me he topado con cadáveres. Le he encargado una misión a Nathivo, debemos apurarnos.

Nina siguió los pasos de J-03. Por doquier, podía sentir un olor nauseabundo conforme avanzaba hacia quién sabe dónde.

—Maldición —murmuró el androide.

—¿Cómo que "maldición"? ¿Qué significa "maldición"?

—Ven, delante de mí. Cuando te diga, vas a correr sin parar, lo más rápido que puedas. Toma esto, vas a necesitarla para activar la puerta.

J-03 se quitó una de sus manos y se la pasó a la campista.

—¡Ay, no puede ser! —exclamó ella, sosteniendo con espanto la mano del otro.

—No grites, Nina, o van a devorarnos. Es sólo una mano.

—¿Devorarnos? ¿Qué o quiénes van a devorarnos?

—Ahora, corre.

Y Nina corrió. Ignorando totalmente la advertencia de J-03, salió disparada entre gritos eufóricos hacia un destino incierto. En un momento se detuvo, esperando ver a su compañero correr detrás de ella, pero sólo observó una manada de criaturas chillonas abalanzarse sobre J-03.

Cuando llegó hasta la puerta, notó que tenía una cerradura con escáner, apoyó la palma del robot y tuvo acceso inmediato al cuarto. Como hubo entrado, la puerta se cerró detrás de ella. Un nuevo corredor se abría al frente. En la medida que avanzaba las luces se iban encendiendo. Se topó con otra puerta con el mismo tipo de cerradura, la abrió y, finalmente, se encontró con una habitación plagada de armas y artillería pesada.

—Prepárense bichos... ay, pero qué digo... ¡quiero irme a mi casa!


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La hora del terror 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora