Etapa final: X

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—Maldita sea, ¿es que este lugar no tiene fin? —gruñó MicroIce, empezando a sospechar que estaba caminando en círculos.

Un polvo seco se elevó por los aires, provocando que tosiera. Todo el lugar representaba un peligro, había hierros retorcidos, pilares que amenazaban con desplomarse en cualquier momento, trayendo consigo el techo que sostenían. Si no se andaba con cuidado podía terminar con una pierna rota o muerto.

Esta vez tomó el pasillo del centro, un aroma pestilente se le coló por las fosas nasales, dándole la bienvenida. El estómago se le revolvió, las moscas se amontonaban pegajosas sobre los restos de algo... ¿humano? Lo examinó unos minutos, cubriéndose la nariz, lo que sea que haya sido en vida debió sufrir horrores al ser devorado.

Prosiguió la marcha, tratando de no pensar en que podría ser la próxima cena de esos monstruos. Apartó esos pensamientos, no queriendo ser arrastrado por la desazón.

Frenó en seco cuando escuchó un rugido espantoso, seguido de disparos. Observó a unas figuras acercarse a toda prisa. Eran Yinamel y Andrea, pero no venían solas, una horrible criatura de tamaño inconcebible las perseguía.

—¡Corre! —gritaron ellas una vez lo reconocieron.

—¡Síganme! —dijo él a su vez—. Tengo un plan.

Ellas lo siguieron sin titubear. MicroIce las llevó al lugar en el que había estado hacía unos instantes, esperaba que lo que tenía en mente funcionara.

—Dame el arma. —Le pidió a Yinamel.

—Solo queda una bala, procura no fallar —dijo ella.

—No lo haré. Vamos a acabar con ese bicho.

La horripilante bestia atravesó la entrada, los ojos inyectados en sangre. Saliva verdosa se escurrió por los colmillos largos y puntiagudos, unas garras negruzcas se sumaron al aspecto intimidante. De la espalda emergió una cresta reptiliana, indicando que se preparaba para atacar.

MicroIce dejó que se acercara antes de jalar del gatillo.

—¿¡Qué haces!? ¡Mátalo ya! —exigió Andrea, no queriendo morir bajo las fauces de ese monstruo.

—Solo un poco más y acabaré con esa cosa. —Miró hacia arriba, la cubierta temblaba por el movimiento del animal—. Cuando dé la señal corren por el camino de la derecha.

Una vez tuvo a la criatura infernal donde quería, descargó la pistola en una de las patas, causando que lanzara un alarido y levantara la cabeza hacia arriba, quebrando el último resquicio que sostenía el endeble techo.

—¡Corran! —gritó MicroIce.

La loza colapsó sobre la bestia, matándolo de contado.

Los tres sobrevivientes escaparon a un rumbo incierto, habían sorteado un gran peligro, pero con seguridad otros más los estarían esperando.


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Continúa...



La hora del terror 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora