Etapa final: VIII

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Bileysi deambulaba por un área lúgubre y desierta, estaba agotada de caminar y no encontrar un escape de ese infierno. La estancia era angosta y opresiva, no le gustaban los lugares reducidos, le producían una sensación de claustrofobia. Su rostro estaba tenso y sus ojos sombríos escudriñaban el ambiente. Si no salía rápido de ese laberinto terminaría siendo alimento para lo que sea que andaba por ahí. Los estremecedores sonidos de algo monstruoso arañando las paredes no dejaban de perforarle los tímpanos, le resultó difícil identificar a qué ser pertenecían, pero sin duda, no le gustaría averiguarlo.

Conjuró mentalmente a alguien que la rescatara, sentía que en cualquier momento desfallecería producto del cansancio.

Bileysi llegó hasta una puerta enorme, trató de abrirla pero estaba con seguro, buscó algún mecanismo que accionara la salida. Nada, todo intento fue en vano.

Cerca de rendirse, ruidos del otro lado llamaron su atención. Retrocedió asustada, desvío la vista y buscó con afán algún instrumento que le sirviera para defenderse. Agarró un tubo oxidado, pero que aún podía ocasionar daño, lo sostuvo con ambas manos, adoptando una postura de ataque, lista para sacar de combate a quien quiera que asomara la cabeza por la puerta.

Cuando la apertura se abrió, Bileysi lanzó un ágil golpe a esta, errando en su cometido para fortuna del hombre que surgió de entre las sombras.

—¡Detente! ¡Soy yo! —exclamó Nathivo con las manos en alto, indicando que no representaba un peligro.

—¡Nathivo, eres tú! —pronunció Bileysi, en tono aliviado. Cuando fue a acercarse, tropezó con algo incrustado en el suelo. Nathivo en un acto reflejo la agarró antes de que se golpeara contra el piso rocoso.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado. El semblante de la mujer reflejaba agotamiento.

—Estoy cansada, pero sobreviviré o al menos eso espero...

De pronto, en la distancia, una espeluznante silueta llamó la atención de los campistas, provocando que la piel se les erizara del miedo. Una criatura se dirigía hacia ellos, sigilosa y amenazante.

—¿Qué... es esa cosa? —El horror empañó la voz de Bileysi.

—No lo sé, pero algo me dice que no es nada bueno. ¡Debemos salir de aquí cuanto antes!

Nathivo ayudó a levantarse a Bileysi, caminaron presurosos, luchando por sobrevivir a esa odisea de muerte.


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Continúa...

La hora del terror 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora