Etapa final: IX

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La visibilidad de la cueva era tenue, Leo no sabía en qué parte del tétrico lugar se hallaba. Tenía una pequeña herida en la pierna izquierda a causa de un hierro que no vio debido a la escasa luz. Había escuchado gritos humanos y animales, junto a varios disparos, intuyó que unos cuantos campistas debieron ser asesinados, no tenía idea si alguno continuaba con vida, esperaba que sí.

—Tengo que salir de aquí —se infundió ánimos.

Se desplazó con dificultad. El dolor era molestoso, pero no lo detendría, no podía permitirse dar su ubicación al enemigo y terminar siendo un experimento de los oscuros planes de la dueña de Luxor. Por suerte contaba con una linterna que había tomado de uno de los campistas caídos con los que se encontró en el camino, ya no le sería de utilidad a la difunta.

Alumbró un área de la caverna, tratando de encontrar la salida. Apagó de inmediato el artilugio cuando oyó unas pisadas enérgicas acercarse de algún punto de la cueva.

—Tú revisa ese lado —indicó el guardia a su compañero—. Yo revisaré el otro.

Luces blancas iluminaron el sitio.

Leo se refugió tras una pared pedregosa, esperando que la escolta de Ada no advirtiera su presencia.

—No hay nadie aquí —dijeron los agentes—. Sigamos.

El campista soltó el aire contenido y se dejó caer despacio a nivel del suelo, sin embargo, el alivio duró poco. El cuerpo desmembrado de Randax lo saludó, acomodándose en su hombro. Soltó un grito horrorizado que reveló su escondite.

—La jefa estará feliz de saber que te atrapamos —dijo uno de los guardias, sonriendo malicioso.

Sujetaron a Leo de los brazos y lo llevaron por un estrecho pasillo para después encerrarlo en una habitación donde se realizaban experimentos. El prisionero miró alrededor, desesperado, temiendo lo peor.

Tras uno de los modulares, que guardaban frascos de color ámbar con cosas extrañas dentro, logró ver algo que se asemejaba a una ventilación.


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Continúa...

La hora del terror 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora