7. Lo que oculta

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Había pasado casi media semana y Portia no se topó ni por accidente con Elliot. Una parte de ella deseaba verle porque, vamos, era incluso placentera la energía que él emanaba. No sabía cuál era la razón, sólo estaba al tanto de que él era distinto. Era interesante y lo suficientemente extrovertido para ayudar a Portia a desenvolverse a la par.

Después de casi nueve horas ininterrumpidas de clases, Portia era libre para salir del campus. Desde hacía bastante tiempo no se sentía tan agotada. Había optado por vestir su ropa de gimnasio porque la intención era ir después de la universidad, pero ahora mismo lo único que quería hacer era dormir un buen rato.

Rentó mediante una aplicación una bicicleta eléctrica y emprendió camino a su casa, pero un poco antes de entrar a su condado, decidió desviarse para ir a lo de Jasper. Sentía que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron.

Estacionó el menudo vehículo a las afueras del edificio donde él vivía y entró como si conociese el lugar. Se registró con el portero y este le indicó el número de piso al que debía ir. El apartamento del señor Nixon se encontraba en el número quince, así que debía apurar el paso. Se sintió traviesa porque él no tenía idea alguna de que Portia pasaría a saludar. No era algo muy propio de ellos el no establecer un horario para verse.

Rebuscó en su bolso la llave que Jasper le había proporcionado de su casa. No creyó usarla algún día, mucho menos uno tan cercano. Pronto estuvo dentro, en el gran recibidor que olía a piel sintética y a la loción de él.

Escuchó voces al fondo. Tal vez era su habitación o su despacho, no estaba muy segura. Dejó sus cosas en el perchero de la entrada y caminó a paso lento, evitando que sus zapatillas deportivas hicieran más ruido del necesario. Sus delgadas piernas se movieron con agilidad hasta la puerta de la que provenía el sonido. Era la voz distorsionada de una mujer gracias a que el altavoz del teléfono estaba activado. Entreabrió un poco la puerta y ahí fue cuando lo vio. Estaba sentado en una silla tapizada de color negro a un costado de su escritorio. Sí, estaba en la oficina de Jas, pero él no se veía muy bien. Se encontraba inclinado hacia adelante, con los codos apoyados en sus rodillas y un vaso pequeño de cristal siendo rodeado por sus dedos.

Los caireles rubios de su despeinado moño le cayeron sobre la frente en el momento más inoportuno y no pudo ver la expresión facial del hombre que tenía frente a ella. Sólo pudo escuchar lo decepcionada que sonaba su voz.

—¿Entonces dijo eso? —Cuestionó hacia el teléfono. Portia se acomodó el cabello para mirarlo en su distracción: Jasper se llevó el vaso a los labios y dio un trago largo a su bebida. Parecía ser coñac, pensó. Jasper le había enseñado a distinguir y a beber diferentes tipos de licores—. Así nada más decidió no querer verme.

—No sé qué decirte. No creí que toda esta situación le afectara tanto. Ni siquiera ha querido hablar conmigo al respecto. —Por poco no reconoce aquella voz. Apenas la había escuchado una sola vez. Una que fue suficiente para no olvidarla. La mujer al teléfono era Drea Nixon.

—Soy su padre, no puede evitarme para toda la vida. ¿Se lo has dicho? Recuérdaselo.

Portia perdió el equilibrio que había encontrado para no dejar que la puerta se abriera de más. Trastrabilló con sus propios pies y ésta terminó abriéndose de par en par, consiguiendo toda la atención de Jasper.

Ella encogió su cuerpo, asustada por haberse tropezado y, sobre todo, haber sido descubierta escuchando una conversación que no era de su incumbencia... ¿O sí lo era?

Si Jasper tenía hijos y ella era su pareja... ¿Quizás todo eso sí era de su interés?

—Te llamaré después. —Y colgó el teléfono.

Portia sintió que sus mejillas ardían incontrolablemente y no para bien. Eran muy pocas las veces en las que sentía pequeña, insignificante y apenada.

—Lo siento, sólo quería sorprenderte para pasar el resto del día juntos... Creo que la sorprendida aquí soy yo.

—¿Qué tanto escuchaste? —Ella no supo explicarse si Jasper lucía molesto o avergonzado.

—Lo suficiente como para saber que me has estado mintiendo.

Aun en la entrada del despacho, Portia se inclinó para llevar las manos a sus rodillas cubiertas por sus leggins negros y suspiró.

Escuchó los pasos de Jasper acercándose, pero Portia fue más rápida. Se incorporó y dio varios pasos hacia atrás.

Jasper levantó la mano para tocarla. Intentó tomar su mano, pero ella lo evitó.

—Tienes un hijo. —Soltó.

—No era la manera en la que quería que te enteraras. Planeaba decírtelo.

—¿Sí? ¿Cuándo? Imagino que mientras estuviéramos en la calle y de pronto llegara un niño o una niña hacia tus brazos gritándote ¡PAPI!

—Ya tiene mucho tiempo que no... —Empezó a decir con aire divertido, pero Portia no estaba para nada con ánimos de bromear.

—¿Y por qué no querría verte? ¿Qué le hiciste? ¿Qué le dijiste? —Pronto, la realidad la golpeó como un rayo—. Sabe de lo tuyo conmigo, supongo. ¿Cuántos años tiene, Jas?

—Portia, por favor, siéntate. Vamos a hablarlo con calma, ¿sí? —Señaló el camino hacia el comedor, el cual Portia ya había visto de reojo. Caminaron hacia él, pero ella detuvo el paso todavía con la mano de él sobre su espalda.

—No estoy lista. Es mucho para procesar. No estoy lista para ser una madrastra, soy muy joven todavía.

Portia hablaba hasta por los codos cuando estaba nerviosa y aun así no tenía idea de qué cosas podía decir y cuáles no.

Tenía mil preguntas dándole vueltas en la cabeza.

—Olvida lo que te cuestioné antes... Sólo quiero saber por qué decidiste guardar este secreto. ¿Estás loco? Ah, sí. Sí lo estás. Debí saberlo desde el minuto uno. Tú me trajiste aquí, tú...

—Tú no pusiste muchas trabas en cuanto te dije que, o venías conmigo, o te olvidabas de mí. Esto no es más que un acuerdo, Portia —habló con la voz más seca y autoritaria que ella había escuchado de su parte. Si ya se sentía pequeña y asustada, ahora lo estaba al doble—. Y siempre ha sido con el propósito de ganar-ganar. Lo poco que sé de tu familia es porque me lo has dicho y porque era necesario para que tú y yo... En fin, no tengo por qué darte todos los detalles de mi vida personal.

Portia parpadeó varias veces, atónita y completamente desconcertada. Mucho tiempo estuvo pensando en ese momento. En el que Jasper le diría que no era más que una especie de esclava por decisión propia; por conveniencia. Lo repasó más de cien veces en su cabeza, y en ninguna tuvo idea de qué sería lo que le respondería.

—Vete a casa. —Le ordenó.

—Si me voy... —Añadió con temor. Las palabras temblaban al salir de su garganta.

Jasper se demoró en responder. Se pasó la mano por la cara con el gesto cansado. Luego frotó su dedo medio contra su frente, como si realmente le doliera pensar.

Suspiró antes de volver a hablar.

—No pasará nada. Esto es algo temporal.

—¿Esto? —Portia quiso abofetearse más que imaginariamente por aquella situación. Pocas veces bajaba la guardia, pero en ese momento no tenía muchas opciones. Si lo perdía a él, perdería todo y no habría valido la pena el haber abandonado a su familia, a sus amigos y toda su vida en Arizona.

—Toma tu distancia y yo la mía. Tú pensarás si quieres continuar con esto... con todas sus circunstancias. Y yo buscaré la manera de arreglar mis problemas personales —carraspeó—. Los que no tienen nada que ver contigo. Eso incluye a mi familia.

—¿Cuánto tiempo, Jasper? —No pudo evitarla. Las palabras le salían como suspiros pesados desde su pecho.

—El que cada uno necesite.

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