6. La misma tarde, todos los días

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Portia pasó casi la mitad de esa tarde observando su teléfono. La pantalla brillaba mostrando el perfil de Elliot Summers en Instagram. Parecía ser un chico discreto y que mantenía su vida en privado. Había un par de fotos en la playa, en el gimnasio y dos que tres selfies. En realidad, no había mucho que ver.

Regresó al navegador de contactos y releyó el nombre con el que lo había guardado en su agenda. Tatuajes. No era para nada original, pero él la había guardado como Rubia así que tenía que seguirle la corriente en esa ridícula situación.

No esperaba que la llamara ni que le enviara un mensaje. Simplemente se quedó pensando en si sería buena idea mantener contacto con otro chico. Lo que menos necesitaba a esas alturas era tener problemas con Jasper. Sabía lo celoso que podría ponerse por más que quisiera esconderlo.

Dejó la cama con pesadez. Se dirigió al comedor, en donde había dejado regadas varias hojas con lecturas, rotuladores de colores y su laptop encendida. Tenía mucho por hacer y sólo era el primer día. Debía ponerse al corriente.

Portia podía pasar fácilmente por el tipo de chica con el que a nadie le gustaría meterse, pero en la vida real era como cualquier otra (con más fortuna de la pensada). Era tímida, aunque quisiera mostrar lo contrario; le costaba trabajo hacer amistades o siquiera compartir palabra con los demás, lo que la hacía lucir desdeñosa e incapaz de socializar.

Nota mental: regresar a terapia psicológica.

Unas dos horas más tarde, cuando el sol ya se había puesto y podía verse desde la altura del apartamento, dejó caer la cabeza sobre el teclado de la computadora al momento en el que su teléfono vibró.

Un mensaje.

Estoy afuera del edificio. ¿Quieres salir un rato o estás ocupada?

Inevitablemente, sonrió.

Activó la marcación rápida, pues era el primer número que tenía registrado.

—¿Por qué no subes? —Le preguntó sin saludarlo.

—Creí que estarías haciendo deberes... Por eso envié mensaje. —Su voz serena hizo que tuviera un cosquilleo en la nuca.

—Estoy libre ahora. Bajo en cinco minutos.

Colgaron casi al mismo tiempo.

Volvió a fajarse la camiseta blanca, porque al llegar a casa lo único que quería era comodidad. Volvió a ponerse las alpargatas, ató su cabello en una coleta alta y se puso unas gotas del perfume favorito de Jasper.

Pronto estuvo afuera. El viento fresco pegó en su cara cuando se lanzó a los brazos del hombre que ya la esperaba ansioso. Él pasó los dedos por el cabello de la chica y aspiró con fuerza para disfrutar el olor que ella desprendía.

—¿Almorzaste algo? —Le cuestionó. Portia negó suavemente con la cabeza.

—No tuve tiempo —en realidad sí lo había tenido—. Llegué a casa a las tres y me quedé dormida... Luego empecé todo lo que tenía que hacer.

—Me sorprendería que no dejaras todo para el último minuto —sonrió. Señaló la acera con la mano abierta para que Portia empezara a caminar a su lado—. ¿Cómo te fue?

Al escuchar esa pregunta recordó lo que había sucedido con el decano. Eso fue lo único que en verdad le arruinó el día.

—Increíble —soltó—. Todo es maravilloso, las clases, el campus... Me agradó.

—¿Todo?

—Sí, todo.

—¿Hasta la sarta de estupideces que te dijo Albern?

CHICAGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora