Aún con un zumbido incesante en el oído, permitió que Elliot continuara las presentaciones innecesarias de sus padres. Ella ya sabía quiénes eran: Jasper y Drea Nixon.
—Creí que te apellidabas Summers —le murmuró al oído sin que los demás presentes la escucharan. Elliot sonrío de lado, aparentemente orgulloso por traer a Portia colgada de su brazo.
—Uso el apellido de soltera de mi madre.
Por Dios, suspiró.
—Elliot, por supuesto no pierdes la oportunidad de que tu cita sea siempre la más guapa. —Dijo Jasper llevándose el vaso de cristal a los labios. Después, pareció reparar en la muñeca de su hijo—. Bonito reloj.
Las mejillas de la chica se encendieron de inmediato.
—Un regalo muy extravagante de su parte —Elliot le rodeó los hombros a Portia y ella tembló ante el contacto.
—Tus padres deben tener mucho dinero como para que puedas costear algo así.
—Sí, más o menos. —Tragó saliva con fuerza y el oído izquierdo le zumbó.
Drea y Jasper parecían muy divertidos e interesados en seguir con aquella conversación, mientras que Portia quería que la tierra se la tragara.
La mujer se levantó de su asiento para contestar una llamada. Le colocó la mano fugazmente en el hombro a su hijo y salió poco después de la cocina.
—¿Entonces estudian juntos?
—En la misma escuela pero en diferentes edificios. —Contestó ella.
—Quién diría... Una universidad tan grande y coincidieron.
—Creo que tuve suerte. —Respondió Elliot sonriéndole a Portia. Ella ya quería salir corriendo de ahí y no regresar nunca. Drea volvió a la cocina a paso rápido.
—Cariño, hay unas personas que quieren felicitarte allá afuera.
—¿Me disculpan?
Portia asintió en silencio. Elliot les regaló una mirada amable a los dos y salió junto a su madre para ir con los demás invitados.
—¿Qué mierda se supone que estás haciendo aquí, Portia? —Le recriminó el hombre tomándola por el codo y llevándola a un rincón de la cocina—. Nos meterás en problemas a ambos.
—¿No crees que eso ya lo sé? —Gruñó y logró zafarse de su agarre—. De haber sabido que él es... tu hijo, yo no estaría aquí. Pensé que no se hablaban.
—No lo hacíamos hasta hoy. Drea lo obligó a aceptarme aquí.
—¿Ya me dirás qué fue lo que pasó?
Jasper se mordió el interior de la mejilla derecha y negó suavemente con la cabeza.
—Aquí no. Y, por cierto, qué bien gastas el dinero que te doy. ¿Un Blancpain? Ya ni yo.
—Se convierte en mi dinero en cuanto entra a mi cuenta bancaria.
—Creí haber cancelado las tarjetas de crédito.
—Lo hiciste, y te detesto por eso. Tengo unos ahorros por ahí.
—¿Ahorros? Tú no haces eso. Nunca.
Parecían muy dispuestos a continuar esa conversación hasta que escucharon pasos acercándose a la cocina. Portia fingió estar buscando algo en la nevera y Jasper extrajo el móvil de su saco para perder la mirada en la pantalla brillante.
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CHICAGO ©
ChickLitLos caprichos de una niña mimada y el corazón de un hombre enamorado nunca pudieron haber formado una peor conexión. Portia lo tenía todo gracias a él. Jasper sólo la deseaba a ella.