Capítulo XVI.

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   El viernes había llegado. Debíamos ir a París, y eso pasó de ser una agradable idea a una pésima. No sabía cómo iba hacer para mantenerme calmado y no levantar sospechas. Tampoco quería verle la cara de imbécil a Stuart, por el papel de tonto que estaba llevando a cabo.

   Al mediodía, cuando llegué del trabajo, fui a darme una ducha. De seguro el viaje sería algo cansado y lo serían aún más si me encontraba sudado o algo similar.

   —De seguro John va a decir 'ay, conejita, follemos' —murmuré, abriendo el armario—. ¡Ah, tengo que llevar ropita de mujercita también! —tomé algunos conjuntos y los aventé a la cama: había olvidado empacar eso—. Si no los llevo, no follamos... bueno, no es que me importe ser follado por él, pero sí me importa ser follado por Stuart... no, no me lo imagino.

   Me alisté con una camiseta fresca de mangas verdes manzana, junto a un pantalón negro y unos zapatos deportivos. De seguro iba a caminar mucho, así que debía estar cómodo. Como el clima estaba frío, decidí colocarme un abrigo negro que tenía para esa ocasión.

   —Bien, relájate... dedícate a disfrutar —dije, al tiempo que doblaba la ropa de mujer y la metía en la pequeña maleta de ruedas—. Todo estará bien, es imposible que John pueda estar cerca de ti, porque de seguro Stuart estará en sus cosas de arte y tú vas a estar con él. O tal vez no.

   Bufé. No servía para darme ánimo.

   Saqué la maleta a la sala y en ese preciso instante el timbre sonó. Supe que se trataba de John por la forma tan exasperada de tocar.

   —¡Ya voy, ya voy! ¡Qué fastidio!

   Sí era él. Tenía un suéter muy lindo de color blanco, sumado a un pantalón de mezclilla y unas zapatillas muy cómodas. Al verme, me sonrió y se adentró al departamento.

   —¿Lista, conejita?

   —¡No me voy contigo! —espeté.

   —Yo sé, puta. Yo sé que, por más que quisieras irte conmigo, no podrás.

   —Es que no quiero irme contigo —me defendí.

   —Ajá, sí —rodó los ojos y soltó un bufido—. Por cierto, lleva ropa de mujer... una faldita, por favor.

   —Aquí llev... ¿¡y por qué debería hacerte caso!?

   —Porque sí —justificó—. El vuelo sale a las tres, pero yo estaré a las dos ahí. ¿Tú también?

   —¿¡Qué te importa!?

   —Para no toparnos de casualidad, puta eléctrica y grosera.

   —¡Deja de decirme así! ¡No te soporto! Pero... pero Stuart dijo que también estaríamos a las dos por lo de las maletas...

   —Entonces tendré cuidado —sonrió—. Me iré. Tal vez el pintor gay venga a buscarte en un momento.

   —Ajá, adiós.

   —¿No me desearás feliz viaje, putita?

   —No.

   John colocó su boca de trompita, acercó su rostro al mío y me dio un pequeño besito en los labios. Fue inevitable no sonreírle forma tonta, pero como estaba perdiendo credibilidad, me enserié al instante.

   Serían alrededor de la una y diez cuando Stuart llegó a mi departamento, pocos minutos después de John. Me consideraba extremadamente puta: salía uno y al rato entraba el otro. Él vestía las típicas prendas de cuero, imitando un poco el estilo de los sesenta que le asentaba bien.

Girl or Boy? ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora