Capítulo 8

28 5 6
                                    


Dylan

La escena que está frente a mí me deja estático. Puedo sentir como se tensa mi mandíbula y se empuñan mis manos.

Desgraciado...

Uno, dos, tres golpes y yo no lo soporto más. Me dirijo hasta él y en un ágil movimiento lo estrello contra el frío mármol; no le doy tiempo, me lanzo sobre él y comienzo a propinarle golpes por todo el rostro.

Lo escucho jadear e intenta moverse, pero no se lo permito. Mis puños siguen estampándose en su cara.

Sangre corre por mis nudillos, pero no siento, no siento dolor. Mi mente solo se concentra en golpearlo. Quiero ver sangre, solo eso quiero.

Todos sus movimientos se vuelven inútiles bajo mis manos, y logro lo que quiero, que sufra. En estos momentos se siente insignificante, y me alegro, me alegro enormemente por ello. No siento ningún tipo de compasión por él.

Mis ojos llenos de ira lo observan suplicar, pero no lo dejo ir, la satisfacción que me produce no me lo permite. No puedo parar.

Pero los gritos de mi madre me devuelven a mi realidad. Sus temblorosas manos intentan apartarme y tan solo su simple tacto me desmorona.

Con lágrimas en mis ojos me dejo llevar por ella.

Su fuerte abrazo va despertándome de esa horrible anestesia llamada ira, dándole paso a mi peor pesadilla: el remordimiento... el dolor.

¿Qué hice?..

Mis puños están llenos de sangre, hinchados y adoloridos.

Es aquí cuando soy consciente... dejé de ser yo mismo...

                              .  .  .

- ¡Ah! - vuelvo a gritar cuando mi madre pone el algodón mojado en alcohol sobre mis nudillos... aj, todo era mejor cuando no dolía...

Después de unos minutos me encuentro con las heridas desinfectadas y con vendas en mis manos.

Mi madre me observa, dándome una sonrisa ladeada. Lo único que puedo hacer es sentirme como un imbécil. Ella no se merece esto y lo sé.

- Lo siento, mamá. - logro decir tras un largo tiempo de absoluto silencio.

- No pasa nada mi niño, - dice acariciando dulcemente mi mejilla - yo soy la culpable de todo esto. Si tan solo lo hubiera obedecido él no...

- ¡Basta! - la interrumpo. Me hierve la sangre con tan solo pensar que ella se siente así. Ese miserable le ha hecho creer que ella es la única culpable todos estos años, y no lo es, ella no es culpable de nada.

Escucho a mamá sollozar de nuevo y ver cómo las lágrimas empapan su rostro me parte el corazón... juro que le haré pagar a ese desgraciado cada una de las lágrimas que le ha hecho derramar... La abrazo con fuerza. Sin darme cuenta unas cuantas lágrimas también resbalan por mis mejillas.

Después de un largo tiempo estando así abrazados, su respiración se vuelve más regular, indicándome que ha logrado calmarse.

La separo lentamente de mí y acuno su rostro entre mis manos, con mis dedos limpio los rastros de llanto que han quedado alrededor de sus hinchados ojos.

- ¿Por qué no lo dejas, mamá? - pregunto.

- Sabes que no puedo hacerlo.

- Claro que puedes. - digo con calma. Que ella piense que es incapaz es algo que me enfurece, pero en estos momentos sólo quiero infundirle confianza. Confianza en sí misma.

Siempre contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora