8. Dulces y cosas para niños pequeños

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Capítulo Ocho dedicado a:
KPAP07

–Entonces... ¿Cómo está el general? –Curiosea Samantha mientras se deja caer en lo que era una cama muy bien tendida, arqueo una ceja en su dirección y ella sonríe con inocencia.

Dejo salir un suspiro.

–Lo echaba de menos... –Suelto sin más.

Sam me mira de una manera que no logro identificar –Oye, está bien.

Asiento lentamente con la cabeza ensimismada en mis pensamientos, y es que no puedo evitar este sentimiento de añoranza, a veces me preguntaba si alguna estuve en paz con mis propios demonios.

Al levantar la mirada me doy cuenta de que Sam me está observando con detenimiento, lo que me lleva a cambiar de tema.

–No llegaste a dormir el otro día ¿Dónde estabas? –Inquiero y ella desvía la mirada, rascándose la nuca con nerviosismo.

–Sí... Te hablaré sobre eso en otro momento –Mi ceño se frunce de confusión, pero no pregunto más y sólo tomo mi taza con café del mueblo de al lado y me siento a su lado.

Me quedo mirando para la ventana un momento cuando de repente veo mi teléfono tirado abajo, en una esquina de la habitación.

–Sam, ahí está me celular –Digo, algo confundida porque estoy segura de que revisamos toda mi habitación la otra noche, yo lo daba por perdido totalmente.

– ¿Cómo puede ser que estuviera ahí todo el tiempo? –Nos miramos y al segundos nos encojemos de hombros.

–Cualquier día, dejaré la cabeza perdida –Samy asiente, sonriéndome burlona.

Lo recojo del suelo y lo reviso, no tiene la pantalla rota por suerte, pero la batería está muerta. Busco el cargador en un cajón y lo pongo en mi bolso, mirando a Sam que mira una foto en su teléfono.

– ¿Sigues teniendo problemas con...? –Intento preguntar, pero ella zanja el tema antes de siquiera poder intentarlo -El burro hablando de orejas.

– ¿A qué te... –Sé detiene al comprender a lo que me refiero –Sabes que no es lo mismo?

–Aja, como digas –Me burlo caminando a mi habitación para coger mi bolso, debo llegar al trabajo, porque esta vez, llegaré temprano.

Samantha pelea conmigo un rato intentando hacerme ver que nuestros casos son diferentes.

–A ver, Letizia –La corto, cansada de escucharla –¿En qué es diferente? Explícame.

Ella se calla a pesar de que he usado su segundo nombre, nombre que ella detesta.

–Tú eres una piedra en el zapato cuando quieres hablar de mis problemas, pero si pregunto por tu madre evitas el tema –Suspiro dejando ver mi frustración –Lo diferente Samantha, es que tu madre sigue con vida. No puedes odiarla por siempre.

–Vienes a querer hacerte la madura cuando tú sigues tiñendo tu cabello –Señala, y eso... Dolió, se siente como un dardo directo en el pecho, sé que lo nota al ver en su rostro el arrepentimiento –Yo... Es que... No quise.

–No... Pasa nada. –Doy media vuelta intentando calmarme –Tengo que irme.

Coloco la correa de mi bolsa en mi hombro y me voy a pesar de ver el intento de Samantha por arreglar lo dicho, pero no puedo y tampoco... no quiero escucharla.

Camino hacia al trabajo sintiéndome como la mierda, porque tal parece que la sensación se está volviendo propia de mí.

– ¡Oye, tranquila! Vas hecha una furia –Al escuchar su voz me doy cuenta de que casi me choco con él por ir metida en mis propios pensamientos.

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