Me despierto de un salto, con la ropa pegada de sudor con la misma imagen de un niño en mis sueños que se desvanece de mi mente tan pronto como vino. Me siento en la cama, frotándome la cara con frustración, no sé porque sueño una y otra vez con lo mismo y al despertar ni siquiera puedo recordar el rostro de ese niño, lo último que veo son sus ojos, pero por más que lo intento no vuelve una imagen nítida a mi mente.
–Joder, ¿Qué me pasa? –Me dejo caer de vuelta sobre la almohada y me quedo mirando el techo.
Quizá no sea tan mala idea visitar un psiquiatra como me lo recomendaron en el hospital hace años, he sido obstinada en el tema, no quería preocupar más a mi padre, ya tenía lo suficiente con lo que lidiar después del accidente.
Me tapo el rostro con la almohada, ahogando un gemido de frustración, debería intentar dormir y tomar esta decisión en la mañana; con eso en mente intento buscar una posición cómoda en la cama y aunque doy mil vueltas al fin consigo quedarme dormida de nuevo.
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En la mañana me levanto directo a tomar una ducha y sigo dándole vueltas al tema, me lavo el cabello con una violencia innecesaria con mi frustración aumentando, cuando salgo de la ducha me doy cuenta que mi despertador sonó tarde así que me apresuro y tras ponerme la ropa interior tomo unos jeans oscuros y una blusa de manga larga de un tono verde militar, tomo mis llaves y busco a Sam en la cocina.
Cuando no la veo estoy por ir a su habitación cuando veo una nota en el refrigerador "Tuve que irme más temprano, luego te explico".
–Esto sí que es raro –Musito para mí misma, y casi salto de la felicidad al ver que dejó la cafetera encendida.
"Deje café para ti, no olvides apagar la cafetera. Te quiero".
Esas son amigas, joder.
Me apresuro a llenar mi termo, tomo una manzana y una galleta y paso recogiendo mi bolso y mi celular mientras salgo del departamento, cierro bien la puerta y voy directo a mi motocicleta, estoy por encenderla cuando algo llama mi atención, me quedo quieta, pero intento no parecer nerviosa y simulo buscar a algo en mi bolso mirando con disimulo hacia unos árboles en el parque. Me pareció escuchar algo y luego un sonido leve como si alguien sacara una fotografía, pero al mirar de nuevo no hay nada.
¿Habrá sido mi imaginación? Bueno, no me quedaré para averiguarlo, me pongo el casco y salgo rápidamente tras encender el motor, no es la primera vez que me siento observada, no lo sé, quizá sólo estoy siendo paranoica.
Conduzco con calma a pesar de ir con algo de retraso, prefiero llegar en una pieza a la universidad y evitar accidentes, así que media hora más tarde estoy aparcando y bajo de un salto con mi bolso colgando del hombro y el termo en la mano y corro por los pasillos hasta mi salón de clase, me preocupo al no ver a Sam, pero recuerdo que en su nota prometía explicar, así que me siento y me alivia ver que la profesora no ha llegado, saco mi cuaderno de notas y recito un mantra en mi mente toda la mañana para evitar distraerme con cosas que no sean relacionadas con la universidad.
Necesito centrarme sino quiero reprobar el semestre, así que pongo todo de mi parte en no desviar mi atención, por tomar notas claras e intentar aprender algo, por momentos me permito pensar en Sam y su misteriosa desaparición de esta mañana, pensar en el asunto del psiquiatra, pensar en si ir a casa temprano y dormir, pensar en el trabajo, en helado y en cada maldita cosa... Menos en Mack.
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El fin de mis clases llega a su fin con la hora del almuerzo y me sorprende que llegue milagrosamente rápido, bueno, tan rápido como para no volverme loca con mis pensamientos; como no tengo a Sam para charlar, camino por el campus y me siento bajo un árbol, mordisqueo mi manzana, perdiendo el apetito al darle vueltas de nuevo al asunto de tomar terapia.
–Demonios, ¿Qué tan malo puede ser? –Pienso en voz alta, sacando mi celular y buscando el número del médico amigo de mi padre para que me pase algún contacto de un buen psiquiatra.
Haré una maldita cita de una vez, antes de que me arrepienta.
– ¿Hola? –Contestan tras apenas un par de tonos.
Mierda, esperaba que no contestará.
–Hola, Miguel, soy Terra ¿Te acuerdas de mí? –Me muerdo el interior de la mejilla con nerviosismo, mientras escucho un breve silencio de su parte.
–Ah, claro, la hija de Frank Gales –Dice con cierto aprecio en su voz, casi puedo sentirlo esbozar una sonrisa –Dime, ¿Qué necesitas?
Dejo escapar un suspiro sin querer antes de tomar valor y preguntar – ¿Recuerdas que cuando estaba en el hospital me recomendaste ver un psiquiatra?
–Claro, por el tema de tu amnesia tras el accidente ¿No? –Pregunta y parece intrigado –Déjame adivinar, nunca programaste cita como me dijiste que harías.
–Bueno... No, para ser franca fui un poco terca al respecto –Me rasco la nuca sin darme cuenta, un poco avergonzada al recordar que le dije que iría sabiendo que no lo haría.
– ¿Y cambiaste de opinión ahora?
– ¿Sí? –Mi respuesta suena más a pregunta sin esperarlo –Sí, estoy un poco nerviosa con la idea porque bueno, no es fácil para mí, pero siento que ya lo postergue demasiado.
–No te preocupes, Terra, entiendo, dame unos minutos y le llamaré a una amiga para ver cuándo puede atenderte ¿De acuerdo?
–De acuerdo.
Cuelga la llamada y me quedo mirando mi manzana apenas mordida, esperando la respuesta del doc, le doy vueltas a la fruta y decido comérmela a pesar de mi poco apetito porque no quiero tirarla, los minutos pasan y estoy tomando café del termo con la galleta de avena que puse en la mochila cuando mi celular vuelve a sonar.
–Tienes suerte, puedes agendar una cita esta misma tarde si tienes tiempo –Dice en el momento en que contesto y yo trago saliva.
Mierda, ahora se siente demasiado real.
–Genial, entonces iré hoy mismo –Intento sonar relajada – ¿Por qué dejar para mañana lo que puedes hacer hoy?
–Esa es la actitud –Se escucha contento y no parece notar mi ansiedad –Te mandaré la dirección y el contacto, la doctora se llama Andrea Sutherland.
–Te lo agradezco, Miguel, que tengas buen día.
Le resta importancia y me desea suerte antes de colgar, me quedo mirando la pantalla del celular y suspiro antes de tomar valor y llamar.
Así que ahora estoy sentada en mi motocicleta a punto de conducir tras hablar con la secretaria y verificar en el teléfono la dirección, arranco y salgo del estacionamiento, tengo 30 minutos para llegar y la clínica no está muy lejos, pero temo arrepentirme si mato el tiempo en otro lugar.
Bajo de la moto tras solo 10 minutos de camino y entro en la recepción, verifico el piso y subo al ascensor a pesar de mi renuencia a los espacios cerrados porque no creo poder subir 8 pisos por las escaleras, así que cierro los ojos y aprieto las manos en mis muslos hasta que finalmente las puertas se abren y salgo casi corriendo, saludo a la secretaria y tomo asiento en la sala de espera, aún faltan 20 minutos así tomo una revista de una mesita en el centro de la habitación y la ojeo sin mucho interés, los minutos pasan hasta que escucho abrirse una puerta y levanto la vista.
–Nos vemos la próxima semana, Mackenzie, cuídate –Dice una mujer alta y esbelta de cabello lacio atado en una moño perfecto.
–Hasta pronto, doc –El chico le sonríe en su usual forma burlona, apenas gira un poco hacia la salida dispuesto a irse, pero al notarme se congela en su lugar, y nos quedamos viéndonos el uno al otro en una especie de shock.
¿Qué hace él aquí?
(N,A)
Empezamos tarde el año ¿Cómo están? ¿Todo bien?
—Ángel_Infernal
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Pedazos
RomanceNo dejaba de decirme que tal vez podía intentarlo, y a la vez una gran parte de mi pedía huir, las preguntas constantes en mi cabeza, se preguntaba si alguien, incluso él ¿Sería capaz de amarme con lo rota que estaba? ¿Sería alguien capaz de amar...