Loíza se alejó de la fiesta queriendo desaparecer de la faz de la Tierra. Su ex novio había hecho conocer recientemente su compromiso con su hermana; a quien conoció a través de Skype y nunca había visto en persona hasta que ella vino a Ciudad Bolívar para el gran anuncio.
Se sintió traicionada por ambos, primero su ex y luego su hermana. Las lágrimas rodaron por sus mejillas de caramelo con solo pensar en su futura boda y sus manos... sus manos no podían dejar de temblar.
Caminando aturdida, la pelirroja llegó a una pequeña plaza que daba al río Orinoco y contempló las oscuras aguas iluminadas por la gran luna. ¿Estaría bien sumergirse y nunca salir? ¿Su hermana sufriría su muerte como estaba sufriendo ella en ese momento?
Se acercó a la barandilla que separaba el mirador de la plaza del río.
―Una alma tan hermosa no debería morir ahogándose en dolor.
Loíza se giró hacia la voz masculina, rica y casi seductora, para encontrar a un hombre extrañamente vestido que la miraba.
Sus ojos azules, cabello rubio claro, piel clara y traje del blanco más puro eran hermosos, perfectos incluso, pero el sombrero de paja igualmente blanco la hizo reír.
Él sonrió y asintió sutilmente, tocando su sombrero.
―Llámame excéntrico, pero estos son mis favoritos ―dijo, acercándose a ella―. ¿Soy Julián y tú eres...?
―Loíza ―susurró sin apartar la mirada de sus ojos azules. Él emitía un tipo de aura que era capaz de levantar el frío agarre de la tristeza de su corazón y reemplazarlo con calor; uno que deseaba nunca la abandonara.
―Un nombre raro. No de estas partes.
Ella arqueó una ceja.
―Soy puertorriqueña, pero mira quién habla, tú tampoco pareces venezolano.
Él sonrió y su rostro brilló con una traviesa malicia.
―Oh, la dama descubrió mi secreto ―Julián se rió antes de ofrecer una mano a la pelirroja―. Necesitas desahogarte, ¿verdad? ―Cuando ella asintió, él continuó―. ¿Me quieres acompañar en una aventura nocturna?
Con su corazón acelerado, la joven no lo pensó dos veces antes de sujetar su mano. Se sentía segura, feliz y extrañamente atraída por Julián cada vez que miraba sus pálidos ojos azules. Era una conexión mística que superaba los límites de la lógica o la realidad.
Al salir de la plaza, comenzaron a caminar por toda la ciudad, deteniéndose en unos pocos bares donde la música llegaba hasta las calles.
A Julián le encantaba la música, por lo que le pidió que bailara en todos los establecimientos donde se detuvieron. Ella rechazó cortésmente las dos primeras invitaciones, pero a medida que avanzaba la noche, el alcohol y la contagiosa energía de él, lograron desterrar su timidez. A partir de ese momento, no hubo una sola invitación que ella rechazara.
Era pasada la medianoche cuando llegaron al puerto empapados en sudor y necesitando refrescarse con la brisa nocturna del Orinoco. El nuevo amigo de Loíza la dejó sentada en un banco de piedra que daba al río para comprar limonada cuando un anciano que olía a ron se acercó a tropezones hasta la chica.
Ella se puso de pie y estaba a punto de llamar a Julián cuando el borracho le habló, casi tirándola al suelo con el fuerte olor que salía de su boca.
―Debes huir de tu amigo, jovencita. No es un hombre sino un boto disfrazado.
―¿Qué? ―Asustada, Loíza dio un paso atrás.
Al ver que estaba a punto de volver corriendo al Encantado, él hombre la tomó de la mano y comenzó a arrastrarla detrás de él.
―Ven. Debo alejarte de su hechizo.
La pelirroja gritó, llamando a Julián a todo pulmón. Un minuto después, él estaba allí, apartando la mano del anciano de la muñeca de ella.
―Ella no conoce nuestros mitos. Libérala de tus garras y déjala en paz, criatura ―balbuceó el borracho mientras sus ojos se agrandaban.
Julián sonrió.
―Ella está conmigo por voluntad propia, viejo. Ahora soy yo quien te pide que nos dejes en paz.
―¡No! No dejaré que vuelvas loca a esta pobre chica como tu especie ha hecho con muchas otras a lo largo del río.
Un tick nervioso se apoderó del ojo derecho de Julián mientras su hermoso rostro se ponía serio.
―Tú lo pediste ―murmuró para sí mismo antes de que sonidos de delfines llenaran el aire.
El anciano gimió de dolor, agarrando su cabeza y vomitando pedazos de su hígado mezclados con sangre.
Sorprendida, Loíza se alejó del pobre borracho y se aferró a su compañero preguntándole qué estaba pasando. Él le aseguró que todo estaría bien y que estaría a salvo con él. Con solo una mirada a sus claros ojos azules, todos sus temores, inseguridades y dudas desaparecieron de su mente, dejando el calor que traía consigo su proximidad.
Media hora después, estaban dentro de un parque aislado que conducía a las costas del Orinoco.
Estaba a punto de preguntar por qué estaban allí cuando Julián la atrajo hacia él y reclamó sus labios. El atrevimiento y fuego de la acción la aturdieron por un momento antes de arrojar la precaución al aire y moldear su cuerpo contra el suyo.
****
Loíza se despertó con los primeros rayos del sol. Su compañero de ojos azules no se veía por ninguna parte, pero alguien había cubierto su cuerpo desnudo con su vestido. Debió haber sido él.
Luego de ponerse el traje, se paró descalza sobre la hierba mirando el río con nostalgia.
Sintiéndose sola y triste sin su pálido amante, la pelirroja comenzó a recoger su ropa interior cuando lo escuchó. Él le estaba cantando, llamándola a su lado.
Con el corazón martilleando, se dio vuelta solo para ser recibida por un delfín rosado que nadaba en las aguas poco profundas. Y, sin embargo, seguía escuchando a Julián pidiéndole que entrara en el río y siguiera a la criatura lúdica; así que lo hizo.
Obediente, entró en el helado río y se sumergió, buscando al delfín. En el momento en que tocó la nariz del animal, vio a su amante en su lugar.
Julián le sonrió antes de que escuchara su hermosa voz dentro de su cabeza.
―Vámonos a casa, cariño.
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Locuras en Blanco y Negro [Retos, Locuras y Otros]
RandomEn este apartado encontrarán retos que me hayan hecho y otras cositas que se me ocura poner ¡Por una razón se llama "Locuras en Blanco y Negro"!