12 de julio de 2014.
Hola, querido diario. Siento no haber escrito con mi oscura tinta en tus claras hojas. Siento no haber admirado tu bella tapa. Lo siento.
La "mudanza" me ha tenido ocupada todo el día de ayer. Desde la misma mañana hasta el anochecer. Recogiendo ropa y moviendo viejos pero preciosos muebles a mi habitación. Ésta ya empezaba a tener más color. Fotos colgaban de sus paredes. Los cajones de sus muebles estaban llenos. La habitación se sentía más acogedora con mi llegada. A los pies de la gran y blanca cama he colocado la cama de Lía, la que está a mi lado olisqueando tus páginas. Ella es muy curiosa, perdonala también.
Tras arreglar mi habitación, y un baño de espuma, Lía y yo salimos a dar una vuelta por el pequeño pueblo. Fuimos a la zona principal, que era donde estaba el ayuntamiento y enfrente la iglesia. Me paré a admirar las bellas esculturas que había a las afueras de la iglesia. No era religiosa, pero el arte de las culturas me encantaba.
- Hola niñita... - dijo una señora mayor sentada en un banco con el que supuse que era su marido. - Nunca había visto a una chica tan mona por aquí, no me suena tu cara... Has llegado hace poco tiempo, ¿verdad?
Asentí con la cabeza - Soy la hija de Mike Clarks. -les dediqué una sonrisa y me fui por donde había venido. Como había dicho anteriormente: "la gente me agobia".
Iba de vuelta a casa, corriendo con Lía y jugando con ella. Solo la miraba así que sin querer tropecé con una persona. Del golpe caí al suelo y Lía soltó un gemido ya que había caído sobre ella.
- Perdoname... Ultimamente no sé ni por donde voy. - dijo una voz, masculina. Bufé y acto seguido él me tendió la mano para ayudarme a levantar. Cogí su mano con desconfianza y cuando estuve de pie no dude en soltarla.
Su estatura era alta. Supuse que tendría la misma edad que yo, incluso algún año más. Sus ojos verdosos eran lo mas bonito de su cara, ya que ésta estaba rodeada de pequeñas pecas. Sus labios eran finos, su nariz era normal, algo grande, para mi gusto. Su pelo tenia un color rojizo, cubría sus orejas pero su frente no, ya que lo tenía de punta.
Creo que debí de estar analizando sus facciones durante el tiempo bastante para que él se diera cuenta de que mi mirada se posaba sobre el ya que una risa salio de sus largos labios. Él también se quedó mirando, pero por poco tiempo ya que suspiré y le esquivé para caminar hacia mi destino.
Como odiaba a la gente... No sé de donde provenía ese odio. Ese chico quiso parecer amable ante mi, pero a mi me dio la sensación de todo lo contrario. Volví enfadada a casa, aunque como sé ocultarlo todo tan bien mi padre no sé dio cuenta.
Al día siguiente, es decir hoy, mi padre me ha levantado pronto ya que me ofrecí voluntaria para acompañarle a su trabajo. Él trabaja de guarda forestal en el precioso bosque, ese bosque que hacía que me muriera de ganas por verlo de una maldita vez.
Mi padre me dejó una de sus anchas camisetas, las cuales me encantaban ya que me sentía avergonzada de mi físico. (Como la mayoría de adolescentes). Tras combinarla con un chándal y unas deportivas además de con mi pelo castaño sujeto en una coleta, me dirigí a la cocina donde cogí un par de galletas para mi y para Lía. La voz de mi padre resonó por toda la estancia.
- ¡Nos vamos! - chilló con su grave voz masculina.
Mis piernas se pusieron a correr en cuanto su voz entró por mis oídos. Rápidamente cogí mi mochila y llamé a Lía para irnos.
- Venga, que nos vamos Lía. - abrí la puerta y mi peluda Lía salió. Ella siempre estaba conmigo, ella casi formaba parte de mi ser.
Cerré la puerta de la casa tras salir y me monte en el asiento del copiloto en la furgoneta de padre después de subir a Lía a la parte de atrás.
- ¿Has dormido bien, Rose? - me dijo, sin despegar la mirada del camino.
- Sí, ¡esa cama es super cómoda! -reí mientras bajaba la ventanilla para disfrutar del aire.
Un delicioso olor se coló en la furgoneta y llego hasta mi nariz. El olor provenía de la panadería. Me propuse que debería ir a echar un vistazo, para ver si tenían galletas con pepitas de chocolate. Eran mis favoritas.
En poco tiempo llegamos a la caseta donde trabaja mi padre. Allí habia varias personas mas y... ¿a que no sabes a quién me encontré?
¡¡Al chico pelirrojo de ayer!! No me lo podía creer. Dios mío.
- Esta es mi querida niñita, Rose. -dijo mi padre presentandome a sus compañeros.
- Papá... - dije en tono de replica ya que sabía de sobra que ya no era una niña. Que su niña como él decía era mayor. Había crecido y ya no tenía 10 años. Tengo 15. He pasado por cosas no muy agradables. Y por consecuente creo que ya soy bastante mayor para que dejende de llamarme y tratarme como una niña.
- Lo siento, Rose. -el me besó la cabeza y yo le sonreí - Venga, saca a Lía, quedaos al lado del lago y no os movais, os iré a buscar a las tres y media.- Asentí mientras miraba fijamente a aquel chico. Él había empezado y apartar la mirada sería un signo de rendición. Cosa que no iba a pasar. No por mi parte.
- Ah, ese chico es Travis. Siempre viene a acompaar a su padre y a ayudarnos. Es muy bueno. - me dijo a la vez que guiñaba un ojo mi padre insinuando algo que sinceramente no quería pensar.
Él fue presentandome a todos sus compañeros. Tras finalizar el parloteo salí de la cabaña dirigiendome a la furgoneta de mi padre. Tras varios intentos conseguí sacar a Lía de la furgoneta.
Observé los carteles y empecé a caminar por un camino que indicaba que por ahí se encontraba el lago. Tras llegar a él, Lía se sentó debajo de la sombra de un gran árbol.
- Muy bien pensado, Lía - sonreí y tras sentarme a su lado la acaricié la cabeza y luego la espalda. Me acordé de las galletas y las saqué. Una para ella y otra para mi.
Tras comerlas saqué el libro que me estaba leyendo para reanudarlo, pero una voz me interrumpio. Travis. Otra vez ese maldito crío.
- Me gusta tu nombre... Rose... -me giré y sus labios se curvaron en una "simpática" sonrisa- ¿Qué lees? - se sentó a mi lado.
- Bajo la Misma Estrella, y ahora si no te importa, vete por donde has venido, por favor. Odio que me interrumpan mientras leo. -le dediqué una sonrisa pero de esas que se notan que son falsas.
- Tranquila, no te voy a molestar. Tú sigue con tu libro, Rose. -una risa sonó por sus finos labios y se tumbó sobre la suave y verde hierba.
Solté un bufido y acto seguido comencé a leer, mientras hacía caso omiso a todos sus movimientos. Él pudo hacer miles de movimientos, pero no recuerdo ninguno ya que pasaba de el completamente.
Llegó la hora. Nos íbamos ya. Mi padre me hizo darle dos besos a todo el mundo y por último a Travis. Se los di, pero con asco, y luego le puse la misma sonrisa que antes.
Al llegar a casa, me tiré toda la tarde leyendo, y al fin acabé. También me acabe un paquete de pañuelos de todo lo que había llorado.
A la noche saqué a pasear a Lía, y por suerte no vi a nadie.
Bueno, sí. Solo a un chico de mi estatura, rubio, con el pelo largo ya que le tapaba parte de la frente y con unos ojos castaños. No pude ver más ya que era de noche y no se paró a hablar con migo.
Me cayó bien. Me cae bien la gente misteriosa...
ESTÁS LEYENDO
El Diario De Rose.
Teen FictionEste es mi diario. Aquí conocerás mi vida. Conocerás mis problemas; a mis amoríos; a mis amigos; conocerás los problemas de mis padres; e incluso a mi fiel perra, Lía. Descubrirás mis aventuras, que comenzaron el día en el que me mudé a casa de mi p...